El armario relativo

Con toda sinceridad nunca estuve en “el armario”.

El armario relativo
Diana J. Torres
Por Diana J. Torres

Con toda sinceridad nunca estuve en “el armario”. Bueno, perdón, solo en las fiestas de cumpleaños en la primaria cuando me metía a las niñas a besarme con ellas en ese lugar de microprivacidad. Es decir, estuve en muchos armarios, también con niños: primos, vecinos, compañeritos de la escuela, etc. Pero tuve el gigante inmenso tremendo privilegio de nunca tener que ocultar que no soy hetero, que nunca lo fui desde que tengo uso de razón, y que nunca lo seré. Ni ante mi familia ni ante nadie. Nunca habité ese recodo de miedo a ser lo que soy.

Recuerdo con nitidez una escena que hizo mi papá cuando a mis 12 o 13 años soltó en mitad de una cena con mi mamá que a él no le importaba nada que yo fuera lesbiana y que no había ningún problema en ello. A mí eso me emputó muchísimo pues se me hizo como si él quisiera definirme mucho antes de que yo misma lo hubiese decidido. Y únicamente para llevarle la contraria me puse a coger con un batallón de hombres, de mi edad y mucho mayores, más de 200, a los que no niego haber disfrutado mucho pero que definitivamente no eran lo mío.