Por Diana Murrieta*
El Estado de México acaba de dar un paso fundamental en el reconocimiento de una de las violencias más normalizadas, invisibilizadas y peligrosas que enfrentan las mujeres: el acecho. Con la reciente aprobación legislativa para tipificarlo como delito, se convierte en la quinta entidad en México en reconocer jurídicamente esta conducta como una forma de violencia que debe ser prevenida y sancionada.
Desde 2019, Guanajuato fue el primer estado en tipificar el acecho como delito. Gracias al trabajo articulado desde la sociedad civil —particularmente por Nosotras para Ellas, A.C., asociación que orgullosamente presido, y Valeria Macías—, también lo han hecho Coahuila, Tamaulipas, Nuevo León y, ahora, el Estado de México.
Estos avances no son casuales: son el resultado de años de trabajo sostenido, de escuchar a víctimas que no encontraban respaldo legal, de investigar y estudiar a profundidad el fenómeno, de redactar iniciativas, construir manuales y desarrollar capacitaciones que aseguren que esta ley no se quede solo en el papel.
Y, por supuesto, son también fruto de insistir, una y otra vez, ante autoridades que durante mucho tiempo minimizaron o ignoraron la gravedad de esta forma de violencia.
Pero, ¿qué es el acecho y por qué es urgente tipificarlo?
El acecho es un patrón de conductas repetidas e intencionales que buscan vigilar, hostigar, controlar o intimidar a una persona sin su consentimiento, y que generan un daño real: miedo, angustia y alteraciones profundas en su vida cotidiana. Puede incluir seguir a la víctima, presentarse en su casa o lugar de trabajo, enviar mensajes insistentes, recopilar información sobre ella o utilizar herramientas digitales para vigilar sus movimientos.
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