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Por Edelmira Cárdenas
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Soy la sexta hija de una familia de 8 mujeres, osea la historia de menopausias en la familia fue de chile, de mole, y de rajas. Comprendiendo que la menopausia es un capítulo significativo en la vida de toda mujer, marcado por una profunda transformación emocional y física. En nuestro núcleo, es una etapa que desafía las nociones de fragilidad y fuerza, ofreciendo una oportunidad para resistir, restaurarse y reconstruirse desde adentro. Históricamente, las mujeres han sido educadas para enfrentar esta transición en silencio, cargadas de culpa y miedo. Sin embargo, fue para mi y mis hermanas redefinir esta narrativa y comprender que la menopausia puede ser un periodo de reivindicación personal y empoderamiento emocional. 

Enfrentar en la mediana edad en esta etapa crucial para cada mujer ha significado navegar entre momentos de vulnerabilidad y destellos de fortaleza interior. Las fluctuaciones hormonales desencadenan una variedad de emociones que van desde la tristeza y la ansiedad hasta la ira y la confusión (en esto tengo maestría). Estas experiencias emocionales, aunque desafiantes, no deben ser vistas como signos de debilidad. En cambio, representan una confrontación auténtica con las emociones que, cuando se gestionan adecuadamente, pueden impulsar una mayor comprensión y aceptación de uno mismo.

En nuestra cultura, las lágrimas a menudo se asocian con fragilidad o debilitamiento (el síndrome de Libertad Lamarque). Sin embargo, en el contexto de la menopausia, llorar puede ser una herramienta poderosa de catarsis emocional. En lugar de luchar contra las lágrimas, las mujeres pueden abrazarlas como un medio para liberar tensiones internas y procesar cambios profundos. Las lágrimas no son un signo de derrota, sino una expresión natural de la transformación que ocurre en el cuerpo y el alma.

Para muchas mujeres, esta etapa es una llamada a reexaminar sus vidas, sus prioridades y su sentido de identidad. En este proceso, es esencial construir desde adentro, colocando las emociones en el centro de la experiencia. El apoderamiento durante la menopausia no proviene de ocultar o ignorar las emociones, sino de aceptarlas y utilizarlas como catalizadores para el crecimiento personal. 

Las mujeres podemos beneficiarnos de prácticas que fomenten la conexión emocional, como la meditación, la escritura reflexiva y las conversaciones honestas con seres queridos, así como la construcción de una vida sexual gozosa y placentera (pero esta será la segunda parte que escribiré la siguiente semana). Estas actividades pueden ayudar a alinear la mente y el cuerpo, facilitando un viaje de autoexploración y autodescubrimiento.

 Es necesario que las mujeres vayamos redefiniendo la percepción de: Miradas Internas y Externas. A medida que el cuerpo cambia, también lo hace la percepción de uno mismo y del mundo. La sociedad a menudo proyecta imágenes negativas sobre el envejecimiento femenino, perpetuando estigmas y expectativas poco realistas. Es crucial que las mujeres desafiemos estas narrativas externas y nos concentremos en cómo nos vemos y cómo nos sentimos nosotras mismas.

En esta columna únicamente aborde las emociones, pero en la siguiente entrega prometo hablar especialmente de la sexualidad, los miedos, y los estragos del placer, cuando se ausenta el deseo, y solo me rindo en la cama ante Morfeo.  

La menopausia es una oportunidad para abrazar una nueva etapa de vida con autenticidad y resiliencia. Al desmantelar el silencio y la culpa, las mujeres podemos encontrar una voz poderosa que celebre lo que es un viaje único. Este periodo no es solo un final, sino un comienzo, un momento para reconstruir y redefinir lo que significa ser verdaderamente fuerte. En la intersección de la fragilidad y la fuerza, las mujeres podemos descubrir un sentido renovado de sí mismas, listas para enfrentar el mundo con confianza y claridad.


Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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