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Por Edelmira Cárdenas

En la era digital, las redes sociales se han convertido en un espacio de autoexpresión y conexión, pero también en un escenario donde la imagen y la percepción juegan un papel fundamental. En la necesidad de hacer match, conseguir alguna cita o acomodarse en los gustos y preferencias de quien nos observa, muchas personas hemos recurrido a una “ayudadita”. A medida que las plataformas visuales ganan predominancia, el uso de filtros en las fotografías se ha vuelto una práctica común, especialmente entre las mujeres que buscan atraer posibles parejas en su vida erótica. Sin embargo, detrás de esta necesidad de “mejorar” la imagen hay un entramado de presiones sociales, expectativas y autopercepción que merece ser explorado.

La cultura visual contemporánea está profundamente influenciada por estándares de belleza que son, en su mayoría, inalcanzables. Las imágenes que se encuentran en redes sociales a menudo representan un ideal de perfección que no refleja la realidad. En este contexto, los filtros se convierten en una herramienta que permite a las mujeres adaptarse a estos estándares al suavizar imperfecciones, mejorar la iluminación y crear una apariencia más estilizada y atractiva. Esta práctica, aunque pueda parecer superficial, está arraigada en una búsqueda de aceptación y validación en un entorno cultural que constantemente evalúa y juzga la apariencia.

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