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Por Edelmira Cárdenas

Poner sobre la mesa de discusión el tema de sexualidad siempre ha sido circo, maroma y teatro. Cada quien hablamos de acuerdo a como nos fue en la feria, un constructo de marañas de opiniones entrelazadas entre tabúes, miedos, ignorancia, culpa, vergüenza, prejuicio, ideas. La mayoría plantea una perspectiva carente de fluidez para conectarse con su propio cuerpo, las emociones, sensaciones, peor aún, se complican para contactar con alguien más. Si esto sucede en personas “normales” imagínense que pasa cuando hablamos con personas con discapacidad.

Hace algunos años, tuve la oportunidad de trabajar con una pareja, tenían 2 años de casados, él (27 años) tuvo un accidente en moto, quedó paraplejíco. Al estar inhabilitado del cuello para abajo, solicitó de manera urgente el divorcio, aludía que ya no podría darle placer a su pareja, decidía dejarla en libertad. Su esposa comentó que no se casó con un cuerpo, sino con la posibilidad de construir una pareja. Decidieron intentar todo lo posible de acuerdo a sus condiciones físicas, ahora ella dice que sus mejores orgasmos han sido cuando él estimula el clítoris con sus pestañas.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.