Por Edmée Pardo

Tengo una caricatura clara en mi mente. Se trata de dos personas paradas una frente a la otra, el dibujo hace que sean asexuadas, sin ropa ni curvas, con cabezas grandes, de la misma altura y grosor, que podrían pasar por gemelas idénticas. Ambas miran el trazo de un número pintado a sus pies. Quien está de un lado grita noventa y nueve en un globo que sale de su boca; quién está del otro lado grita sesenta y seis. Ambas personas comparten circunstancia, momento histórico, quizá formación, y tienen una masa cerebral más o menos del mismo peso, pero tienen distinto ángulo para mirar la misma realidad y por eso la nombran de manera diferente.
Sabemos que la lectura es una interpretación de lo escrito y esta imagen, de autoría desconocida, evidencia lo que se dice que sucede en nuestro país. Depende desde donde se mire, la narrativa que se construye. Cada uno tiene distintos datos y por ende distintas conclusiones que provienen exactamente del mismo lugar. ¿Alguno miente? No. Entonces ¿cómo hacemos los peatones para comprender los hechos, cifras y consecuencias de lo que se dice de nuestro país? Tenemos que confiar en las personas que interpretan, es decir en los lectores doctos en el tema, que gracias a sus trayectorias y experiencias saben descifrar los dibujos de dos bolitas de las que se desprenden una rayita curva y creerles si es 99 o 66. Para quien lee 99 estamos a un punto del final del camino, para quien lee 66 estamos apenas pasados del punto medio. Mirado desde el costado puede ser un infinito, para un lector creativo ese dibujo se puede tratar de comas, espermas, un par de bastones…
¿Desde dónde mira la presidenta para enunciar el estado del país como floreciente con un mañana soleado? Literalmente, desde su palacio. ¿Desde dónde mira Macario Schettino? Desde su escritorio, un lugar fuera de la caja, donde cuestiona el Plan México anunciado en enero de este año, basado en su conocimiento de la historia y desde donde se anticipan nubarrones con incalculables consecuencias catastróficas. Ambas personas son inteligentes, con grados académicos, con cierta legitimidad. Imagino que ambos, también, tienen su parte de verdad. La diferencia es que uno detenta el poder y el otro detenta la mirada crítica. El punto medio, si lo hubiera, no es una narrativa sino una cotidianeidad construida por la realidad inmediata que vivimos, sobre todo la de aquellos de quienes no se oye su voz.
¿Dónde estoy parada frente a mi país? ¿Qué número veo? ¿Me hago de oídos sordos y sigo mi propio camino cada vez con menos liquidez para abastecerme en el mercado, cada vez con más inundaciones que sortear, con más dolor humano que sostener? Desde donde estoy parada, el Tren Maya se descarriló, no sufrió un percance de vía; la maestra Irma Hernández no murió de un ataque al corazón, sino por las acciones de un grupo criminal que terminó con su vida; las mujeres no desaparecen, las aniquilan y esconden sus restos. Para mí, ese es el nombre de los dibujos que están a mis pies.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.

Comments ()