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Por Elisa Analís Zurutuza

Me sorprendió el momento. ¿De verdad, Israel? Lo dudé. 

¿Cómo que no se ha visto en 20 años? ¿Es posible? ¿No conocía su rostro, sus canas, sus arrugas a detalle? 

“Me hicieron hasta lo que no quisieron, no solamente los abusos físicos, sino los mentales”, comentó e interrumpió. Miró al frente. Subíamos por el elevador de las instalaciones que tiene ese espejo grande. En la parte de abajo están las letras en rojo y blanco: “Milenio, 25 años”. 

Llegó a la entrevista directo del penal. Día uno de libertad en un mundo distinto.

“Perdón que me vea, pero después de 20 años, me acabo de ver en el espejo, es la primera vez que me veo en 20 años”.

¿Qué no hay en la cárcel donde hacerlo? 

“Ahí no hay espejos. Los espejos que tenemos son como los de las ferias”, indicó.

¿Se reconoció?

Cuando lo detuvieron, junto con Florence Cassez, en aquel montaje orquestado por Genaro García Luna y televisoras, tenía 35 años. 

El tiempo se detuvo con aquellos videos de Israel Vallarta en el “Rancho Las Chinitas”, con el rostro golpeado y la mano de Cárdenas Palomino sometiéndolo.

De pronto, el 2005 regresó. Volvieron a gritarle: “secuestrador”. 

Esto, a pesar de que jamás, en 20 años, ninguno de los fiscales que pasaron por el puesto pudo mostrar pruebas contundentes, que no estuvieran plagadas de irregularidades y contradicciones (incluyendo testimonios de víctimas), como para lograr que lo declararan culpable. Estuvo encarcelado dos décadas sin sentencia, en prisión preventiva oficiosa. Esa, que ampliaron ahora los de Morena.

¿En qué país sucede esto?

Los gobiernos de Felipe Calderón (quien lo acusó, detuvo y encerró), Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador prefirieron refundirlo, dejarlo que se pudriera con la presunción de inocencia hecha pedazos.

¿Cómo puede haber justicia si los cárteles permearon las altas esferas del poder (y lo siguen haciendo)? 

Quien detuvo a Vallarta y a Cassez, el entonces secretario encargado de la seguridad del país, era, en realidad, un vil colaborador del Chapo, el Mayo y (antes de que se pelearan) de los Beltrán Leyva. Fue gracias a Estados Unidos que se develó. Varios colegas estuvimos en el juicio de Brooklyn. Escuchamos los testimonios (tanto de testigos colaboradores, como de policías y un embajador). No existió una sola persona en el jurado ciudadano que titubeara sobre la culpabilidad de Genaro. Ni una mujer ni un hombre con una mínima duda. El fallo fue contundente. 

Se abrió el elevador. Comenzó la charla. 

Me compartió los documentos legales. Absuelto de todos los cargos.

¿Qué no había otras causas? Eso fue lo que declaró en una mañanera López Obrador para mantenerlo entre barrotes.

“Adán Augusto dijo, como secretario de Gobernación, que había todavía otros dos expedientes. Él estaba mal informado”, me comentó Vallarta.

Nuevamente, Adán. La mano derecha de Andrés Manuel que colocó en la secretaría de seguridad de Tabasco al líder de La Barredora, ligado al Cártel Jalisco. 

Al inicio del sexenio parecía que AMLO buscaría justicia. En 2019 entrevisté en Segob a Olga Sánchez Cordero y señaló: “Yo te puedo decir que estos dos parientes de él (hermano y primo de Israel) fueron torturados. Me enseñaron como tiene uno de ellos totalmente quemado el brazo. Estuvieron privados de la libertad cerca de 6 años. Salieron libres, porque no había ninguna evidencia. Esa supuesta banda del Zodíaco yo creo que fue una invención que se les ocurrió. Es muy deplorable que sigamos teniendo montajes, pruebas sembradas, evidencias que no son tales, testimoniales truqueadas. Estos casos tienen que salir a la luz”

Todo ello se les olvidó.

Pasaron 6 años más para escuchar la versión de Israel Vallarta.

Los detuvieron un día antes de la irrupción donde, según las autoridades calderonistas y los noticiarios, lo aprehendieron “in fraganti”, junto con Florence, un 9 de diciembre de 2025.

El día 8 de diciembre, en la carretera a Cuernavaca, le cerraron el paso hombres que se identificaron como miembros de la AFI. “Me ponen una chamarra en la cabeza y a golpes me suben a la camioneta”. Vallarta narró el trayecto, los posibles lugares que identificó, el subterráneo donde lo metieron (por el monumento a la Revolución). 

Comenzaron las torturas. 

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