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Por: María Emilia Molina de la Puente* 

Cuando se anunció que el Premio Nobel de la Paz 2025 sería para María Corina Machado, millones de mujeres en el mundo sintieron que algo, por fin, hacía justicia simbólica. No solo a una figura política venezolana, sino a todas las que —en distintas geografías, idiomas y trincheras— han defendido la democracia con la palabra, con el cuerpo, con la dignidad y, muchas veces, con la soledad.

Este Nobel no es un gesto diplomático: es una declaración política, ética y profundamente humana.

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Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.