Por Erika Barrera*
Durante más de diez años he trabajado en proyectos que buscan mejorar las condiciones de vida de poblaciones en situación de vulnerabilidad y mi experiencia me ha enseñado algo fundamental: prevenir el suicidio no se limita a reaccionar en un momento de crisis, sino a comprender la complejidad de la vida de cada persona y acompañarla desde la escucha atenta, generosa y respetuosa.
Estas acciones que pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte son más urgentes que nunca, sobre todo entre las juventudes LGBTQ+ en México, que de acuerdo con la Encuesta 2024 sobre la Salud Mental de las Juventudes LGBTQ+ más de la mitad consideró seriamente el suicidio en el último año, y esta dolorosa realidad afecta de manera desproporcionada a personas trans y no binaries, con dos de cada tres enfrentando este dilema.
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