Por Farah Ayanegui
“Sanar no te hace perfecta, te hace más consciente. Y eso es el regalo más grande que puedes darle a tus hijos.”
Durante la pandemia, uno de mis hijos dejó de atender sus clases de inglés y decidió jugar en la tableta por un mes. Mi reacción fue visceral: un grito del que me arrepentí al instante. No era por él, era la exigencia que yo misma había vivido, la voz de mi papá resonando en mi cabeza.
Descubrí entonces que esa herida no era de los niños, sino mía. La tuve que mirar en terapia después porque no quería que eso se convirtiera en un patrón familiar.
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