Por Fátima Masse
En septiembre de 2024, Robert Walters, una agencia de búsqueda y selección de personal en Reino Unido, encontró en una encuesta que 52% de profesionales de la Generación Z, con menos de 28 años de edad, no quieren pasar por una gerencia media. La mayoría de ellos considera que es una posición estresante y con pocos beneficios.
La misma encuesta muestra que siete de cada 10 personas de la Generación Z prefieren construir una ruta de crecimiento individual en vez de hacer una carrera corporativa. Por ejemplo, a través de proyectos de consultoría independiente o emprendimientos propios.
En México se encontró algo parecido. El Tecnológico de Monterrey encuestó a casi 800 estudiantes de dicha generación, de los cuales solo la mitad tiene planes de hacer una carrera laboral hasta ocupar un puesto directivo dentro de una empresa. El resto prefiere tener su propia empresa (30%), servir a los demás (8%) o continuar con el legado familiar (5%).
Estas cifras captaron mi atención, pero no me sorprenden. La Generación Z ha crecido en un entorno económico cada vez más desafiante e incierto. Construir un patrimonio, como comprar una casa, ya no es tan viable como lo fue para sus padres o abuelos. Al mismo tiempo, el mercado laboral se ha vuelto más competitivo y evoluciona a gran velocidad en una economía digital en constante transformación. Hoy, tener una maestría y hablar inglés ya no es garantía de éxito profesional.
Además, de acuerdo con la encuesta global de Deloitte, las personas de la Generación Z quieren un trabajo con propósito, donde el cuidado del medio ambiente juega un rol fundamental ante las fuertes amenazas climáticas. También tienen muy claro que el equilibrio vida-trabajo es una prioridad.