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Por Fátima Masse

En estos días se desató un escándalo en redes sociales que puso en evidencia a Ximena Pichel, una actriz argentinomexicana por actitudes prepotentes y profundamente discriminatorias.

 Los videos de agresiones verbales a un agente de tránsito en la colonia Condesa y al personal de seguridad de su edificio —con frases como “odio a los negros como tú, los odio, por nacos” y “maldita huevona”— encendieron el debate sobre si deberían permitirse en México personas extranjeras con este tipo de comportamientos que agreden a las y los connacionales.

Sin embargo, este debate pierde el foco de la lección que nos podríamos llevar todas las personas para convertirnos en una sociedad más inclusiva. Más allá de la nacionalidad de Pichel, este caso lleva al extremo cómo operan los sesgos inconscientes en una sociedad tan desigual como la nuestra.

 Días después de los hechos, Pichel ofreció una disculpa pública y declaró en una entrevista para Reforma: “no es que yo quise decir negro, o sea, pude haber dicho, no sé, güero, ¿sabes? Pero en ese momento me salió esa palabra”. Esa frase lo dice todo: no lo pensó, le salió.

Eso es, justamente, lo que hace peligrosos a los sesgos inconscientes, pues son prejuicios automáticos que habitan en la memoria rápida de nuestro cerebro y que influyen en nuestras decisiones sin que nos demos cuenta. Aparecen con fuerza cuando estamos distraídos o cuando sentimos estrés, incluso cuando de manera consciente serían reacciones que rechazaríamos. 

En el caso del primer video, la actriz se puede percibir bajo estrés y la “amenaza” era una multa de tránsito y la pérdida de tiempo que implicaba resolverla. La reacción fue instintiva: atacar desde la superioridad.

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Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.