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Por Fátima Masse

La mercadotecnia nos vende el verano como una temporada de descanso y diversión sin fin. Pero para muchas mujeres —especialmente quienes somos madres de infantes en edad escolar—, el verano viene acompañado de mayor presión económica, emocional y de tiempo.

Mientras a las infancias se les desea “¡felices vacaciones!”, a muchas madres parece que nos dicen “¡arranca tu jornada doble, triple… y más!”. 

El verano no solo rompe con las rutinas establecidas, sino también eleva la carga de cuidados. Las niñas y niños están más tiempo en casa, desordenan más, comen más y piden más atención. Requisitos que en países como México tienden a ser atendidos por mamá. 

En estados como el mío (Querétaro), las vacaciones escolares ya empezaron y mis crías estarán sin clases durante dos meses completos: 60 días en los que hay que reorganizar toda la logística diaria, porque el trabajo y los pendientes de la casa no cesan.  

El impacto de las vacaciones sobre el empleo femenino no es exclusivo de mi familia ni es menor. Un estudio reciente para Estados Unidos encontró que durante el verano el empleo de las mujeres cae 1.1 puntos porcentuales mientras que el de los hombres aumenta. Por su parte, las horas trabajadas de las mujeres se reducen 9.8%, un cambio dos veces mayor que el de los hombres. Esta brecha de género está asociada al cierre de las escuelas. 

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