Por Fernanda Guarro*
En el mundo corporativo, la perfección se ha convertido en una especie de moneda de cambio con currículums impecables, discursos medidos al milímetro, líderes que parecen blindados contra cualquier error o duda. Durante mucho tiempo yo también me puse esa armadura: la de quien cree que mostrar fragilidad equivale a debilidad, pero descubrí, que ese disfraz de Darth Vader que muchas veces nos ponemos los líderes para mostrarnos de una pieza, estoicos e inalterables, no solo es insostenible, sino también nos aleja de lo más importante: la confianza y la conexión humana.
La vulnerabilidad, esa palabra que muchos evitan en juntas de consejo o presentaciones estratégicas, es en realidad una de las herramientas más poderosas que tenemos como líderes, porque, cuando un jefe se atreve a decir “no sé”, abre la puerta a que su equipo explore soluciones sin miedo. Cuando una directora reconoce que atraviesa un momento personal complejo, normaliza las conversaciones sobre salud mental y bienestar que tanto necesitamos tener en nuestras organizaciones. Y cuando alguien en una posición de poder admite sus errores, enseña con el ejemplo que fallar también es una oportunidad para aprender.
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