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Por Frida Mendoza

“Cuando estoy en otra ciudad mexicana, la gente siempre tiene algo que decir sobre Yucatán. Si son amables hablarán de lo deliciosa que es la sopa de lima y la belleza de sus calles pequeñas. Si están buscando un refugio preguntarán si todavía es la ciudad más segura del país, dirán incluso que soy afortunada de vivir en un lugar tan tranquilo. Si son cínicas dirán que ya quisieran venir para encerrarse en un hotel y visitar las playas y los cenotes. Lo más seguro es que, a todos los comentarios, yo sonría mientras miro de lado y pienso que es una fantasía con demasiada publicidad. Responderé, quizá, que están hablando de Mérida, que Yucatán es otra cosa”.

Este fragmento es parte inicial de “Hay cosas que nadie te puede quitar”, una de las crónicas que habitan el poderoso, potente y necesario de leer “Tierra de fuego” de Katia Rejón.

Katia es una amiga muy querida, de esas que conoces haciendo periodismo, compartiendo en redes sociales, coincidiendo tal vez en algunas ideas y posteriormente echando chisme en eventos. Katia es, sin duda, una de las mejores periodistas, cronistas y escritoras de mi generación y para quien la conoce -y muy pronto también para quien no- no es sorpresa que su libro esté despegando tan bonito.

Como el dilema del huevo y la gallina, yo podría asegurar desde mi perspectiva que no hay Yucatán sin Katia Rejón y no puede haber Katia Rejón sin Yucatán, por lo que este libro y la carta de amor que escribe a su estado es una herramienta necesaria en tiempos tan duros para comprender por qué la defensa del territorio y la emergencia climática se interpelan tanto.

A lo largo de sus páginas pude conocer municipios y sitios que desconocía por completo, por que sí, más allá de Mérida, existen otros como Dzilam de Bravo, Chicxulub, Sotuta, Oxkutzcab o Tecoh, en los que se reafirma lo política que es la naturaleza.

Conocer Yucatán a través de las páginas de "Tierra de sol" es sumergirse en las curvas que están debajo de la tierra, observar con otra perspectiva los huertos repletos de girasoles, de vegetación anfibia y de puertos sin arena a causa de las construcciones de concreto. 

También lo es con Tarzán, los pescadores, los piratas, Darwin Sosa, las ocurrencias políticas que dejan consecuencias graves con el paso de los años, de la resistencia de Gladys Uc hablando maya, la red en Sotuta y de tantos personajes tan entrañables que con sus anécdotas, sentires y experiencias, junto a las de la autora, dan vida al libro y a Yucatán.

En una de las reseñas del libro publicadas en La Desvelada, Nikthya N. González dice que toda la información que se maneja -porque sí, entre las historias y anécdotas descubrimos el resultado de las vedas mal aplicadas, el desgaste que deja en la tierra todo monocultivo, la codicia por los territorios y el desplazamiento- leer este libro es como escuchar a tu amiga hablar sobre el lugar donde nació y qué pasa en él y coincido totalmente.

Hemos escuchado de Yucatán y sus cenotes, del Tren Maya -desde quienes celebran la obra como desde quienes la denostan- desde perspectivas partidistas, e incluso paternalistas, restándole agencia a quienes tendríamos que escuchar, pero de verdad hacerlo, activamente: a sus habitantes, a quienes cuidan la tierra y abandonan cualquier color de partidos políticos para hablar desde la naturaleza política. Porque, como bien se menciona en el libro -y me encanta creer en ello-: defender el territorio también es defender la memoria.

Algo que me gusta mucho del trabajo de Katia es que me conflictúa, me interpela, me motiva a escribir y sobre todo me hace imaginar que hay lugares distintos.

“Tierra de sol” fue publicado, virtualmente, el 29 de febrero de este 2024 y poco antes de que se cumplieran siete meses de su vida virtual salió de la imprenta reeditado. Al momento que escribo estas palabras, Katia está en la Ciudad de México presentándose en distintas librerías, este viernes 18 firmará ejemplares en la Feria Internacional del Libro en el Zócalo y puedo decir que tendré el honor de estar con ella este sábado 19 en U-Tópicas, en Coyoacán.

Vengan, vengan, compren, compren. Y sobre todo, escuchemos una perspectiva necesaria y urgente de abordar sobre Yucatán.

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