Document
Por Frida Mendoza

Una de las bromas más recurrentes que tenía hace unos años, cuando hablaba de mi infancia, era decir que además de niña fui una “mini señora” porque siempre fui partícipe en mi matriarcado familiar. 

Era un poco raro todavía en los 90s ser tan partícipe en las decisiones familiares, estar enterada desde pequeña de la situación económica en casa, compartir en la mesa con los adultxs, platicar con mis maestras del “hoy no circula” o escribir en mi diario sobre las noticias que veía (ahí algo se anunciaba). ¿Por qué decir que fui una “mini señora” y no una niña que su familia sí la incluía?

Pero eso sí, si pienso en la niñez que viví me siento muy tranquila y recuerdo con cariño cada año. 

En algún momento, he de admitir, de mis ocho años sí llegué a cuestionarme qué habría sido de mi vida si hubiera tenido una “familia tradicional” (padres casados, hermanos…) y una de mis maestras, las más queridas, me preguntó si veía a mi mamá feliz, le dije que sí y me dijo que ahí estaba mi respuesta. A la Frida confundida por esa respuesta (y que poco tiempo después supo con toda la transparencia la historia de su padre ausente) puedo decirle 24 años después que vivir con mis tres mamás fue la mejor familia que me pudo tocar.

En mi niñez hubo mucho juego, muchas actividades para desarrollarme, entre la museitis de mi mamá y aprender de cocina, costura y pintura tuve la oportunidad de elegir el baile por años y dejarlo también cuando sentí que ya no era el tiempo. 

También hubo algunos momentos (ya un poco hacia la adolescencia) en los que mis mamás me enseñaron que no era válido que me molestaran por mi desempeño escolar (hoy conocido como bullying) y me recordaron siempre mi valor, comprendieron mis lágrimas y me enseñaron a disfrutar de la compañía y perderle el temor a construir nuevas relaciones si había algunas que fracasaban. La niña amiguera que fui se convirtió en una adulta aún más amiguera, que sabe que sus amistades son su familia también. 

Hoy es 30 de abril y celebramos a las infancias. Mi deseo para todas es un poco de lo mismo que por fortuna pude vivir: ser partícipes en su entorno. Escucho a mis amigas que son mamás y me cuentan cómo hablan de sexualidad, de economía familiar, de bullying y de todo un poco de la vida en sí con sus criaturas, y eso no puede hacerme sentir más orgullosa.

Las infancias son parte importantísima de lo que somos e incluso los análisis de UNICEF respaldan la necesidad de incluir a niñas, niños y niñes en nuestras comunidades. Deseo que ni siquiera consideremos después que hay mini señoras/es solo porque se trata de un menor de edad hablando, desde su entendimiento, sobre lo que pasa en su vida, en su mundo.

Merecemos infancias plenas, ejerciendo su derecho al libre desarrollo de su personalidad, que puedan elegir y vivan libres de violencia, libres de líderes mundiales que menosprecien sus vidas. Lo merecemos si queremos ser mejores.

audio-thumbnail
Audiocolumna
0:00
/174.84
✍🏻
@FridaMendoza_

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.