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Por Frida Mendoza

Hace unos meses, parte de mis mejores amigas y amigos vinieron a mi casa después de casi dos años sin vernos. Recuerdo que cuando llegaron con sus hijas e hijos estaban preocupados por que fueran a romper algo o tocaran algún objeto que no debían. Yo solo me reí porque ni a mi novio ni a mí nos preocupaba algún objeto, lo único importante era la alegría de reunirnos.

Sin embargo, pienso en las muchas veces que tienen que pasar por algo así, sobre todo mis amigas. Miradas que juzgan, espacios inaccesibles, trabajos intolerantes y una sociedad violenta donde las infancias, mujeres y disidencias son vulnerables una y otra vez.

A inicios del 2020, antes de que la pandemia nos golpeara como lo hizo, las movilizaciones sociales por la violencia contra mujeres y niñas eran efervescentes y nació la colectiva Madres Desobedientes.

Madres Desobedientes surgió a partir del sentir de artistas y mamás jóvenes ante la falta de perspectiva de género y el luto por el feminicidio de Fátima, una niña de siete años, en la Ciudad de México.

La revictimización hacia la madre de la menor y el poco interés por parte de la sociedad en buscar que las infancias vivan libres de violencia movieron a Paulina León y Day Cuervo a iniciar una plataforma en Instagram donde pudieran comenzar a crear comunidad y generar una red de apoyo para la crianza feminista.

Hablar de este tipo de crianza que busca colectivizar y ver las labores de cuidado como una responsabilidad social y no individual tomó una especial relevancia conforme la pandemia y el encierro avanzaron, y poco a poco la colectiva Madres Desobedientes creció, no solo en números, sino en ampliar los temas que compartían, pues, curiosamente, su plataforma también se compone de muchas mujeres que no son mamás.

Como nativas digitales, la promoción de la colectiva se dio en Instagram, Twitter y participando en mesas virtuales, donde, además de hablar de maternidad, comenzaron a  promover el trabajo de mujeres creadoras. Además, empezaron a recibir mensajes por parte de mujeres y madres en situaciones vulnerables, a quienes canalizaron con especialistas para hacer de la colectiva un espacio seguro.

Dos años después surgió la oportunidad de planear un festival presencial sin olvidar la parte virtual, y me siento muy honrada de decir que fui una de las organizadoras y trabajé junto a ellas para ver en primera fila la dedicación y amor que hay por el proyecto.

Hoy viernes se da banderazo al Festival Desobediente, donde Paulina, la creadora del bordado sobre madres buscadoras que nos conmovió hasta lo más profundo, dará un taller de fotobordado. Day, una ilustradora brillantísima, organizó un libro para colorear para infancias y creó una imagen gráfica única, y entre todas gestionamos una jornada de conferencias para el sábado 6 de agosto con escritoras, ilustradoras y periodistas para hablar sobre feminismo, crianza, maternidad y nuestras profesiones atravesadas por todo lo anterior.

Este festival es, sin duda, una de las mejores cosas de mi año y puedo asegurarles que, además del amor que hay en cada detalle, será una gran oportunidad para pensar en la sociedad actual, en los retos que enfrentamos las mujeres desde nuestras profesiones y estilos de vida, y en que la crianza debe ser colectiva.

Por ello, también habrá actividades especialmente pensadas para niñas, niños y niñes donde darán vuelo a su creatividad y reflexionarán sobre temas actuales, porque a las infancias no se les entretiene, sino que se les hace parte, y eso es algo sobre lo que quiero seguir haciendo parte.

Pensemos en espacios amigables con niñas, niños y niñes, en oportunidades laborales conscientes del trabajo de cuidados y en una sociedad que –realmente– cuide de su futuro.

Sin más, les invito a revisar la programación del Festival Desobediente, a acompañarnos en la transmisión en vivo si no pueden asistir y a seguir compartiendo.


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