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Por Gabriela Sotomayor
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La presidenta de México, Dra. Claudia Sheinbaum, con toda su preparación y la información de primera mano a la que tiene acceso, pocas veces se ha referido al genocidio en la Franja de Gaza perpetrado por Israel y orquestado concretamente por el primer ministro Benjamín Netanyahu.

A pesar de la hambruna, de la muerte de al menos 40 mil civiles palestinos —la mayoría niños menores de cinco años— y de que miles de civiles israelíes han salido a manifestarse a las calles de Tel Aviv en contra de esta matanza de la que todos somos testigos en tiempo real, Sheinbaum se hace de la vista gorda y mira para otro lado cuando la cuestionan sobre el tema.

En aquel terrible 7 de octubre, 1,195 personas murieron en los ataques: 736 civiles israelíes (incluidos 38 niños), 79 extranjeros y 379 miembros de las fuerzas de seguridad. Asimismo, 364 civiles murieron y muchos más resultaron heridos mientras asistían al festival de música Nova.

Sin embargo, la Oficina de Derechos Humanos en el territorio palestino ocupado reporta más de un centenar de muertos y casi 700 heridos a lo largo de las rutas de los convoyes en la zona de Zikim, en el norte de Gaza, y en la zona de Morag, al sur de Jan Yunis, los días 30 y 31 de julio. La gran mayoría de las muertes fueron causadas por las fuerzas israelíes.

Desde noviembre de 2023 se han producido en Israel manifestaciones, desórdenes civiles y disturbios en contra de Netanyahu y su gobierno, principalmente en respuesta al manejo de la guerra en Gaza y la crisis de los rehenes. Es claro que la vida de las personas capturadas por el grupo terrorista Hamás desde el 7 de octubre de 2023 le tiene sin cuidado. Netanyahu quiere el territorio de la Franja, pero sin los palestinos.

Asimismo, la Unión Europea y otros países se han deslindado ya de las medidas de Netanyahu en contra del pueblo palestino y han reprobado de forma categórica el genocidio en tiempo real del que todos somos testigos. A los líderes de diversas partes del mundo lo único que les queda es la condena a este trato cruel e inhumano de miles de civiles palestinos, la mayoría mujeres y niños, que son inocentes. ¿O acaso los niños son responsables de esconder a Hamás bajo su cama?

La ONU, desde el secretario general António Guterres, la titular de UNICEF Catherine Russell, el director general de la OMS Tedros Adhanom, así como el alto comisionado para los Derechos Humanos Volker Türk y Philippe Lazzarini, comisionado de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA), además de relatores especiales y expertos independientes, han expresado su repudio a esta masacre y han pedido en todos los tonos posibles presionar a Netanyahu. Ya sabemos que por el momento Estados Unidos, gobernado por otro gorila, no va a hacer nada. Sin embargo, hasta el propio Donald Trump dijo que le preocupaba la muerte de los niños en Gaza por falta de alimentos y agua potable.

Esto se produce a pesar del anuncio del Ejército israelí, el 27 de julio, de un "cese temporal de las operaciones militares" en las áreas occidentales de la ciudad de Gaza, a Mawasi y durante horas específicas, para "mejorar la respuesta humanitaria", según la Oficina de la ONU.

La ONU señaló que, según los informes, 105 palestinos murieron y al menos 680 resultaron heridos a lo largo de las rutas de los convoyes en la zona de Zikim y en la de Morag, los días 30 y 31 de julio. Esto eleva la cifra de palestinos muertos en busca de alimentos al menos a 1,373 desde el 27 de mayo, incluidos 859 en las cercanías de la Fundación Humanitaria de Gaza y 514 a lo largo de las rutas de los convoyes de ayuda. La gran mayoría de las muertes fueron causadas por las fuerzas israelíes, dijo el ACNUDH. Aunque está al tanto de la presencia de otros elementos armados en el área, la ONU enfatizó que “no tiene ninguna información que indique que participaron en los asesinatos”.

En total, se teme que entre el 7 de octubre de 2023 y el 5 de enero de 2025, el número de muertes directas por la invasión israelí haya sido de aproximadamente 75,200. Al comparar esta cifra con la reportada por el Ministerio de Salud de Gaza (45,805 muertes durante el mismo período), resulta evidente que los investigadores Spagat y Shikaki demostraron que la cifra real de muertes es aproximadamente un 60% mayor que la reportada oficialmente. Esto significa que aproximadamente una de cada 25 personas en la Franja de Gaza, con 2.3 millones de habitantes, ha muerto desde el comienzo de la guerra.

La Oficina de la ONU enfatizó que esas víctimas, la mayoría hombres jóvenes y niños, “no son solo números” y que no tienen constancia de que esos palestinos participaran directamente en hostilidades o representaran una amenaza.

Además, recordó que dirigir deliberadamente ataques contra civiles y utilizar el hambre como medio de guerra, privando a la población de lo necesario para sobrevivir, constituye “crímenes de guerra”. Si se comete como parte de un ataque generalizado o sistemático contra la población civil, también puede constituir “crímenes de lesa humanidad”.

“El genocidio de Israel contra los palestinos se sostiene gracias a un sistema de ocupación explotadora y de lucro”, advirtió Francesca Albanese, relatora especial de la ONU sobre los territorios palestinos ocupados desde 1967.

En su informe ante el Consejo de Derechos Humanos en Ginebra, Albanese reveló cómo la especulación corporativa y las ganancias monetarias han permitido y legitimado la presencia y las acciones ilegales de Israel. Según expuso, en los últimos 21 meses, mientras el genocidio israelí devastaba las vidas palestinas, la Bolsa de Tel Aviv se disparó un 213%, acumulando 225,700 millones de dólares en ganancias bursátiles, incluyendo 67,800 millones solo en el último mes.

“Para algunos, el genocidio es rentable”, declaró Albanese.

El informe expone la infraestructura corporativa que se beneficia de la economía de ocupación israelí y su transformación en una economía de genocidio. Subraya cómo Palestina se ha convertido en el epicentro de un ajuste de cuentas global, exponiendo el fracaso de los sistemas empresariales y legales internacionales a la hora de defender incluso los derechos más básicos de uno de los pueblos más desposeídos del mundo.

“Los actores corporativos están profundamente involucrados en el sistema de ocupación, apartheid y genocidio en el territorio palestino ocupado”, afirmó la relatora. “Durante décadas, la represión israelí contra el pueblo palestino ha sido orquestada por corporaciones, plenamente conscientes, pero indiferentes, a violaciones de derechos humanos y crímenes internacionales”.

Debido a sus declaraciones, Francesca Albanese fue blanco de continuos ataques desde Washington y se le negó la entrada a EE.UU. Ella nos envió a los corresponsales en la ONU varios textos desgarradores sobre la situación en Gaza y dijo que todo el que ha dejado pasar el genocidio del que somos testigos “tiene una responsabilidad por guardar silencio”. Un silencio cómplice como el que ha guardado Sheinbaum sobre esta tragedia humanitaria.

Por otra parte, en rueda de prensa cuestioné al embajador de Israel ante la ONU, Daniel Meron, sobre informes de agencias como la OMS, OCHA, ACNUR y el ACNUDH, que acusan que debido al bloqueo no pueden pasar a Gaza más de 300 convoyes con alimentos, agua potable y ayuda humanitaria. Tampoco ha podido entrar personal de la OMS, la Cruz Roja ni ONG para socorrer a los heridos.

El embajador negó las acusaciones de la ONU argumentando que “las cifras están mal”. Aseguró que los datos provienen del Ministerio de Salud de Hamás y “no son confiables”. “No hay hambruna en Gaza, esas son mentiras”, dijo, acusando a la ONU de centrarse solo en los palestinos mientras “no se ve lo que pasa en Israel”.

Se quejó de que la ONU insista en el bloqueo de ayuda humanitaria desde hace meses y descartó que los corresponsales podamos ir a documentar la situación de primera mano: “Es muy peligroso ir a Gaza”, afirmó.

Se entiende la presión bajo la que está Sheinbaum con los problemas políticos internos, la violencia que no cesa y los asesinatos de niños a manos del crimen organizado, por mencionar algunos. No obstante, la respuesta no es la censura ni la descalificación de los periodistas que hacen su trabajo de investigación y denuncian los hechos. Tampoco la respuesta es que Gerardo Fernández Noroña, líder del Senado, aplaste el honor de un ciudadano obligándolo a disculparse en vivo y a todo color por algo que pasó en el aeropuerto. Por cierto, no se sabe en qué avión y en qué clase viajaría Noroña.

A todas luces, la respuesta a estas cuestiones no es la indiferencia.

A pesar de todos los problemas que Sheinbaum tiene en casa, no se justifica el silencio aterrador que ha guardado con respecto al genocidio del pueblo palestino. El Estado mexicano es laico, no deberían influir cuestiones religiosas o nacionalistas, mucho menos con respecto a Israel. Sheinbaum gobierna para todos los mexicanos, más allá de ideologías y partidos.

El pueblo de México merece una mandataria en toda la extensión de la palabra. Entendemos que Sheinbaum no es Angela Merkel, pero es incomprensible y patético su silencio con respecto al genocidio en la Franja de Gaza. Su obligación es pronunciarse de acuerdo con la política exterior mexicana y al clamor de los ciudadanos. Guardar silencio significa ser cómplice del gobierno de Israel. Un silencio cómplice que es imperdonable.

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@gsotomayorgva

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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