Por Gabriela Sotomayor
“La distancia entre los dos es cada día más grande”, diría el clásico. Y en el caso de la brecha generacional con respecto a la tecnología es absolutamente cierto, diría yo, imposible de evitar.
Esto viene a cuento porque cambié de teléfono. Caí en las redes de la mercadotecnia y de repente tuve la necesidad de ir a comprarme el nuevo iPhone, aprovechando una promoción que me llegó por email. Lo compré, me fui a casa y me enfrenté a un teléfono vacío al que había que meterle todos mis datos, el mundanal de fotos, la enorme cantidad de amigos de WhatsApp y una larga e inmensa gama de información . Llamé a mi hija para que me ayudara, pero estaba ocupada en el trabajo, iba a salir tarde, pero me dijo “¡es muy fácil ma!” . Pues con el orgullo que tengo y la necedad que me caracteriza , me dije: ¿Y por qué no?
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