Por Georgina de la Fuente
Cierra el mes de noviembre y, con ello, la intensa actividad política y diplomática en la región que implicó la realización de la Cuarta Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la Unión Europea (UE) en Colombia y la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP) en Brasil. De relevancia particular para México- especialmente en la coyuntura comercial que planteará el 2026 con la firma del Acuerdo Global Modernizado con la Unión Europea en febrero y la revisión del TMEC en julio- resulta la Declaración Conjunta de jefas y jefes de Estado firmada en Santa Marta, Colombia tras la realización de la Cumbre CELAC-UE. Con dicha declaración, no solo se cerró una reunión diplomática largamente postergada, tras una década en que la cumbre no se pudo realizar de manera regular por diversos motivos. Pero también se inauguró una nueva etapa de cooperación birregional después de una ausencia de interlocución sistemática que evidenció un escepticismo con respecto a la efectividad del multilateralismo.
El mensaje fue claro: en un mundo en el que los grandes consensos se desdibujan y el orden internacional basado en reglas es retado, dos regiones con profundos lazos históricos y culturales optan por la cooperación y el diálogo entre iguales. Esta cooperación trasciende el terreno declarativo y encuentra un desarrollo tangible en la renovación de acuerdos comerciales, como la modernización de los acuerdos de la UE con México y con Chile y el impulso para activar el acuerdo con Mercosur.
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