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Por Graciela Acevedo

Sumaira (Sam) Latif no solo ha roto el techo de cristal, ella rompió puertas, paredes y todo lo que se ha puesto en su camino. Lo hizo desde el poder que convence, desde la sensibilidad de quien confía en que compartir su historia es abrirle el camino a las y los que vienen detrás.

Sam es mujer, es paquistaní, es ciega. En muchos contextos, cualquiera de esas tres condiciones por separado puede convertirse en una barrera. Juntas, para muchos, serían una sentencia de exclusión. Para ella, han sido un impulso.

Sam Latif, Global Accesibility Leader en P&G. Foto: Lucía Sánchez.

La primera de su familia en ir a la universidad, la primera mujer de su comunidad en dejar el hogar para trabajar en otra ciudad. La única persona ciega admitida —tras insistencia, coraje y paciencia— en su universidad en Escocia. Sam no llegó a P&G porque el camino estuviera pavimentado; llegó porque ella lo fue abriendo a cada paso, siempre con una claridad que ni la ceguera física pudo opacar: "si yo no puedo cambiar mi entorno, nadie lo va a hacer por mi"

Es la primera vez que Sam visita México y ha querido que los colaboradores tengan días de profunda sensibilización. Me compartieron que tuvieron la oportunidad de participar en una experiencia de “comida a ciegas” en la que todos los asistentes fueron invitados a vivir por un momento, lo que significa enfrentarse a una discapacidad visual. Con los ojos vendados o usando lentes de simulación que reproducen diferentes condiciones visuales, los colaboradores vivieron una experiencia sensorial que no solo desafió sus sentidos, sino que también fomentó una mayor empatía hacia las personas con discapacidad.

Cuando le pregunto a Sam cómo logró todo lo que ha hecho, Sam responde sin adornos. Reconoce la dificultad, pero sobre todo, reconoce a quienes le tendieron la mano. "No lo hice sola, personas en el camino me ayudaron a abrir puertas que yo no podía empujar sin apoyo. Hoy, mi deber es abrir esas puertas para otros". Así de sencillo, así de profundo.

Su historia no es una historia de superación, es una historia de transformación. No es la típica narrativa de a pesar de su discapacidad, sino de gracias a su experiencia. Porque Sam entendió algo que pocos ven con claridad: la diferencia no es una carga, sino una perspectiva que enriquece. La discapacidad no limita, limita el entorno que no está diseñado para todos.

Durante años trabajó en silencio, enfocada en su carrera y sobre todo, enfocada en demostrar que ella era capaz de dar resultados y aquellos que la llevaron a trabajar a la empresa no se habían equivocado en darle una oportunidad. Quince años después de haber ingresado a P&G, Sam estaba en un punto en el que dominaba su trabajo y tuvo tiempo de hacer una pausa, un recuento de su trayectoria y se dio cuenta de algo: seguía siendo la única. La única mujer ciega en una posición de liderazgo. Y ahí entendió que su historia no bastaba si no abría el sistema para que más personas pudieran contar la suya. No se conformó con ser un caso de éxito, quiso cambiar las reglas del juego.

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