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Por Ilsa Aguilar Bautista*

Es como decir que la tierra se mueve, afirmar que los cambios de comportamiento político suceden en el mundo y a veces, muchas veces, no los notamos. Simplemente vemos lo mediático, lo meramente superficial. Ya lo decía Mercedes Sosa “así como todo cambia que yo cambie no es extraño”, una sabiduría hecha canción que nos lleva a meditar que el cambio pasa por todas las personas. En ese sentido, qué podemos aprender de los cambios en la manera de hacer historia, conocidos también como giros historiográficos o giros epistémicos o de pensamiento en la disciplina científica; para ver en este caso la relación del investigador o simple mortal con las instituciones académicas. Y cómo, desde esos espacios aparentemente abstraídos de la realidad, hay cambios importantes en la manera de comportarnos en sociedad. 

La historiografía, en palabras de Zermeño, es la composición de dos escenarios, uno real o dado por el acontecer histórico, y otro discursivo o dado por la historia como discurso.  Por lo que, en el siglo XIX el historiador como sujeto analítico estuvo oculto en las narraciones sobre la historia. Sin embargo, fue un sujeto hábil en recurrir a otras disciplinas científicas para tomar prestados algunos conceptos que sirvieran de lentes para observar los hechos del pasado. Fue propio de la historiografía el empleo de conceptos para observar el pasado histórico; los cuales, no solo sirven a las disciplinas científicas sino han servido a las sociedades modernas para observarse a sí mismas.  

Justamente un giro historiográfico hace referencia a apoyarnos de otras disciplinas, de otras personas en la reconstrucción de los comportamientos políticos del pasado; para con ello lograr una reflexividad o profundidad en la manera en cómo analizamos los acontecimientos. Dicha profundidad nos lleva a clasificar el análisis en observaciones de segundo, tercer o infinidad de órdenes de pensamiento analítico. Es decir, en la medida en que nos permitimos dialogar con mi compañero o compañera de junto en el salón de clases, o con la vecina de la colonia o fraccionamiento donde vivimos, con la familia que habita el cuarto de al lado, etc.; estamos ordenando posibilidades tanto para legitimar una causa como para permitirnos vernos a nosotros mismos en un espejo como incluir a nuevos actores de los cambios sociales.

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