Por Denisse Adriana León Bolaños*

Buscar ese estado de equilibrio perfecto entre la vida familiar y profesional es, como hablar de unicornios: sabemos que son hermosos, que existen en la literatura, pero en la vida real, simplemente no existen. Lo que sí existe es la posibilidad —y la responsabilidad— de ir ajustando nuestro enfoque, esfuerzos y energía, con honestidad, siendo comprensivas con nosotras mismas para lograr un “estado de armonía”.
Como mujeres que jugamos múltiples roles, creemos que “todo” se espera de nosotras… al mismo tiempo. Y aceptar que no se puede ser perfecta en todo, todos los días, no sólo es sensato: sino necesario para nuestro bienestar. El desgaste emocional de tratar de sostenerlo es altísimo. Y aunque nos han enseñado a enorgullecernos de ser “todólogas”, hay un costo silencioso en esa exigencia permanente: la culpa.
Seamos sinceras: ¿de qué sirve cargar con ella? Solo drena energía que podríamos estar aprovechando en algo más valioso: estar presentes, realmente presentes, creando & fortaleciendo vínculos emocionales, en donde hayamos decidido estar. El equilibrio se trata de decisiones. De reconocer que no siempre se puede estar en todo, pero que podemos elegir con conciencia a qué le damos tiempo, atención y cuidado dependiendo del momento de nuestro momento de vida; algunas veces será más al trabajo. Otras a la familia e incluso a lo personal: porque dedicar tiempo para nosotras es igual de importante.
En ese camino, tenemos que aprender no sólo a pedir ayuda, sino a compartir la carga de lo “invisible”: las tareas emocionales, la logística doméstica, la gestión del cuidado. Es corresponsabilidad, no solo con nuestras parejas, sino con una red más amplia. Porque criar, cuidar y maternar no tienen por qué ser misiones individuales.
En el ámbito profesional, sin duda es clave, pertenecer a una organización con líderes que te acompañan y motivan a mantener e incluso a buscar ese estado. Líderes que inspiran con el ejemplo, fomentan entornos positivos y de confianza, que te brindan esquemas flexibles y generan espacios que te permitan integrar el trabajo y la vida personal; porque el equilibrio no es un “punto fijo”. Esquemas como los que son posibles en una empresa como FEMSA. El equilibrio es una danza que se ajusta con el paso del tiempo, con apoyo, compasión, comprensión y, sobre todo, con menos culpa y más autenticidad.
*Adriana tiene una trayectoria de casi 20 años en FEMSA, durante su carrera profesional ha ejercido en diversas funciones dentro del área de Recursos Humanos como: Planeación de Talento, Compensaciones y Efectividad Organizacional, Capacitación y Desarrollo, HRBP en el Corporativo, Cultura, Comunicación, Inclusión y Diversidad dentro de Coca-Cola FEMSA y actualmente es Gerente de Recursos Humanos en FEMSA Servicios.
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