¿De qué sirven las cárceles?

Como sociedad, solemos entender la cárcel como sinónimo de justicia y de venganza, sin realmente ponernos a pensar si es la cárcel la verdadera respuesta para combatir la delincuencia.

¿De qué sirven las cárceles?
Daniela Ancira

En México vivimos un problema grave de inseguridad. Si en algo podemos coincidir la mayoría de las y los mexicanos es que en nuestro país difícilmente se vive en paz. Nuestros gobernantes lo saben, y por ello nos tratan de vender soluciones a esta crisis de inseguridad, como la prisión preventiva oficiosa que cada vez se considera para más delitos, aumentar los años de condena para los delincuentes, proponer que cada vez más conductas sean tipificadas como delitos, cadenas perpetuas y hasta la pena de muerte como castigo.

Detrás de cada una de estas propuestas subyace la idea de que la cárcel y el castigo son la solución para la delincuencia en este país. Como sociedad, solemos entender la cárcel como sinónimo de justicia y de venganza, sin realmente ponernos a pensar si es la cárcel la verdadera respuesta para combatir la delincuencia.

Tras 10 años de visitar las cárceles de México, me permito afirmar que la respuesta es no. La cárcel no soluciona nada; la cárcel únicamente perpetúa y acentúa los problemas de pobreza, violencia, e inseguridad que vivimos en este país. Basta con echar un vistazo a quienes viven en nuestras cárceles: para empezar, el 40% de ellos no tienen sentencia. Es decir, ni siquiera se les ha declarado culpables. Más del 70% no llegó a la preparatoria, el principal delito por el que se les acusa es de robo (lo cual nos habla de mucha necesidad). Son personas que no tienen acceso a una defensa adecuada, la gran mayoría de ellos y ellas son representados por un defensor de oficio, quien, en promedio, lleva 163 casos por año. Donde el 88.4% de estos casos, terminan en sentencias condenatorias[1].

Casos como en el penal de Ecatepec, por ejemplo, el 10% de las mujeres privadas de la libertad podrían salir libres con -en promedio- 8 mil pesos; sin embargo, no tienen los recursos para acceder a un beneficio preliberacional o a un acuerdo reparatorio[2]. En pocas palabras, lo que en la gran mayoría de los casos se criminaliza en este país es la pobreza.

La realidad es que nuestros gobernantes están más enfocados en castigar que en realmente prevenir y reinsertar, y esto no nos está llevando a ningún lugar. En México una de cada cinco personas que salen de prisión reinciden[3] y el 52% de ellas lo hace dentro de los dos primeros años de obtener su libertad. Dentro de prisión se siguen cometiendo delitos todos los días: se extorsiona, se tortura, se viola, se ordenan secuestros, se utilizan como oficinas para la delincuencia organizada. Quien era un amateur posiblemente se convierta en un delincuente profesional, y quien no era delincuente se verá orillado a comenzar una vida en la delincuencia para poder sobrevivir. Porque con una carta de antecedentes penales es prácticamente imposible conseguir un empleo.

Entonces, ¿de qué sirven las cárceles? ¿Por qué tenemos a más de 220 mil personas en prisión que no están aprendiendo nada nuevo, no están trabajando, no se están haciendo cargo de sus dependientes económicos, no están criando a sus hijos e hijas? Y peor aún, ¿por qué seguimos promoviendo la prisión como la única respuesta para combatir la delincuencia?

En La Cana, organización que cofundé hace seis años, hemos demostrado que lo que sí funciona no es ver las cárceles como lugares de castigo, sino de oportunidad. Espacios donde la gente pueda obtener las herramientas para construir un proyecto de vida lejos de la violencia y la delincuencia. En La Cana creamos un modelo integral de reinserción social que consta de capacitación laboral y trabajo digno, donde las mujeres aprenden un oficio y obtienen un ingreso con el que pueden solventar sus gastos y seguir apoyando a sus familias mientras cumplen una condena, además de recibir atención a la salud mental, educación y prevención sobre violencia de género, talleres de educación, arte, cultura y deporte; defensa de derechos humanos y un programa de seguimiento en libertad donde a quienes han salido de prisión las canalizamos a un empleo formal, brindamos atención psicológica y les damos las herramientas para que puedan terminar su educación básica y, si así lo desean, posteriormente apliquen a una licenciatura.

Muchas veces nos han acusado de ayudar a delincuentes, lo cual no podría ser más erróneo. Lo que hacemos es simplemente brindar segundas oportunidades a quienes muchas veces no han tenido siquiera la primera. Lo que hacemos es mirar a las personas como lo que son: personas, y no números de expedientes.

A lo largo de seis años hemos trabajado con más de 700 mujeres en seis reclusorios del país[4]. Hemos logrado reducir el índice de reincidencia de 20% a un 4%. El 100% de las participantes ha aprendido un nuevo oficio, el 96% han incrementado sus habilidades laborales y el 59% sus habilidades sociales, incluyendo la gestión de conflictos. El 90% se siente orgullosa de ser independiente económicamente y el 85% apoya a sus familiares con los ingresos que genera. En el ámbito emocional, el 68% de las mujeres reportaron una disminución en su ansiedad, 62% incrementaron su regulación emocional, 62% incrementaron su resiliencia y 73% cambiaron su percepción hacia los estereotipos de género.

Asimismo, a través de nuestras actividades educativas, culturales, deportivas y artísticas las mujeres han aprendido a trabajar en equipo, a generar ambientes de respeto y a ser tolerantes con los otros. De igual manera, las mujeres han mejorado su autoconcepto y han incrementado su capacidad de regular sus conductas violentas e impulsivas a partir de la escucha, el diálogo y el manejo del estrés.

De nada sirve encarcelar a cada vez más gente si no la vamos a acompañar con una estrategia integral de reinserción social. En La Cana hemos demostrado a pequeña escala que estos programas funcionan para reconstruir el tejido social y disminuir la delincuencia. Tenemos decenas de casos de éxito, de mujeres que se dedicaban a la delincuencia y que ahora tienen trabajos formales, emprendieron sus propios negocios o están estudiando la universidad. Otras mujeres inocentes, que estuvieron décadas en prisión, hoy lograron rehacer su vida y hay otras más que desde prisión ya no guardan sentimientos de rencor y venganza, sino de motivación, amor propio y paz.

Estos esfuerzos no deben limitarse al trabajo de unas cuantas organizaciones de la sociedad civil. La prevención y reinserción social deben ser un eje fundamental en la estrategia de seguridad de nuestro país. No podemos conformarnos con soluciones populistas que de nada sirven para combatir la delincuencia. De lo contrario, seguiremos sufriendo las consecuencias de una política engañosa y fallida que todos los días nos impide vivir en paz.

@daniancira

[1]  Zavala, Paola. “Radiografía de la cárcel en México” disponible en: https://www.animalpolitico.com/la-maquina-de-hacer-pajaros/radiografia-de-la-carcel-en-mexico/

[2]  Nochebuena, Marcela. “En Ecatepec, el 10% de las mujeres presas podría salir libre con 8 mil pesos, pero la falta de recursos alarga su reclusión.” Disponible en: https://www.animalpolitico.com/2022/06/ecatepec-justicia-mujeres-liberacion/#:~:text=En%20Ecatepec%2C%20el%2010%25%20de,a%20cambio%20de%20penas%20m%C3%ADnimas.

[3] Inegi, Encuesta Nacional sobre Población Penitenciaria (ENPOL 2021), disponible en: /content/files/contenidos/programas/enpol/2021/doc/enpol2021_presentacion_nacional.pdf

[4] Barrientos, Nezahualcóyotl Sur, Nezahualcóyotl-Bordo de Xochiaca, Ecatepec, y Chalco, en el Estado de México, y Santa Marta Acatitla, en la Ciudad de México.


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