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Por Frida Mendoza

Desde que tengo memoria he viajado en Metro y éste ha formado parte de mi historia en momentos importantes del cotidiano ir y venir en un transporte que es útil entre todas sus deficiencias y que, desde hace unos años, también ha formado parte de mi trabajo porque el Metro siempre es noticia.

En 2009 recuerdo el anuncio de la subida de 2 a 3 pesos y como mis compañerxs de la vocacional y yo descubrimos un torniquete sin actualizar y hacíamos fila para usarlo porque un peso cuando tu familia te daba 20 para todo tu día hacía la diferencia, aunque el gusto nos duró pocos días. Luego, en 2013, el Metro volvió a subir y aún recuerdo la enorme fila que mi novio y yo nos aventuramos a hacer unos días antes para comprar boletos y “apalancar” un poquito para esos días universitarios.

Unos cuantos años después, cuando comencé a trabajar, el Metro dejó de ser solo un medio de transporte y se convirtió en un medio de información. Trabajando en una sala de redacción en la sección de ciudad siempre había que estar pendiente de lo que pasa en la limusina naranja.

Por eso, desde hace seis años me di cuenta -mucho más- del poder del Metro, de cómo escribir sobre él podía subir el tráfico de cualquier sitio de noticias porque si en promedio transporta a más de 3 millones de personas a diario, ¿cómo no te va a interesar saber si alguna estación está cerrada, si hay retrasos, humo o algún problema?

El Metro nunca ha sido perfecto, tal vez en sus primeros años de vida lo fue, pero las deficiencias, los retrasos y el descuido son notorios desde hace mucho, desde un reloj que te da una “hora intergaláctica” (nunca olvido esos 3E:98) hasta un retraso por zapatas pegadas, humo o algún otro incidente menor.

Tal vez ahora estamos más alerta de esos incidentes menores que habíamos normalizado pero también ya es más frecuente que sea una tras otra… y graves. El choque en Tacubaya en 2020, el incendio en Delicias y el derrumbe en Tláhuac en 2021 y ahora en 2023 el choque en Potrero han ido mermando la confianza que teníamos para subirnos, ya no lo podemos normalizar.

Lo que toda la ciudadanía -no solo capitalina, sino del Edomex y todas las personas usuarias- esperaríamos es una respuesta clara y enfocada a mejorar el mantenimiento que revise hacia dónde se fuga el dinero si es que se fuga y que se plante un alto a quienes estén dentro y sus intereses no vayan enfocados a mantener un transporte que, repito, sirve a millones en una ciudad monstruo. Pero no, el Gobierno capitalino habló de la llegada de elementos de la Guardia Nacional -más de 30 por estación- y de abordarlo como algo atípico, un posible sabotaje.

Que la jefa de Gobierno y los funcionarios capitalinos lo traten como algo atípico es desafortunado porque se olvidan de un problema sistemático que a todas luces está: la falta de mantenimiento.

Esta semana publiqué dos trabajos titulados “En las entrañas del Metro” porque tuve la oportunidad de entrar a los talleres de Ticomán, hablar con más de una decena de trabajadores y ver de primera mano todas las deficiencias, lo saturados que trabajan, la falta de herramientas, uniformes y refacciones que solucionan en un deshuesadero de trenes.

Las crónicas reúnen el sentir de trabajadores frustrados porque les gusta su trabajo y ven un descuido cada vez más constante y que mientras el Sindicato, al que acusan de relegar a los disidentes y que hace oídos sordos a muchos problemas, y el Gobierno de la Ciudad se pelean, las personas usuarias seguirán padeciendo una falta de mantenimiento que les pone en peligro.

Hablar del Metro es interminable pero ojalá no quitemos el dedo del renglón hasta que el mantenimiento deje de estar en el abandono.

@FridaMendoza_

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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