El gran adiós del Rey del Espejismo

Y con esta gira, les regalaré la felicidad, como quien extiende el verano por un mes más con solo pintar el cielo de un azul más brillante.

El gran adiós del Rey del Espejismo
Heredera Romanov

Por Heredera Romanov

En las profundidades de un reino sumido en desvaríos y espejismos de grandeza, el rey, un monarca de setenta años y protagonista de extravagantes fantasías, planeaba su despedida. Convencido de ser el pilar indiscutible del reino, decidió que su partida no sería menos que una celebración monumental, un último adiós que resonaría a través de las edades.

Con el fin de su reinado acercándose como una sombra al atardecer, el rey ordenó utilizar el último dinero de las arcas del castillo y del fondo gubernamental para financiar una gira de despedida sin precedentes. "Será una gira que cruzará cada rincón de mi reino, y en cada parada, alfombras rojas se desplegarán bajo mis pies", declaró con una sonrisa que no conocía la humildad.

En cada ciudad, aldeanos y nobles serían convocados –o mejor dicho, pagados generosamente– para formar multitudes que le aplaudieran. El eco de sus aplausos, orquestados pero fervorosos, llenaría el aire como una dulce melodía para sus oídos, una melodía que negaba la realidad de un reino fracturado por su gobierno.