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Por Karla Guadalupe Durazo*

Tengo 25 años y mi nombre es Karla Guadalupe Durazo Duarte. Recuerdo perfectamente cuando me  diagnosticaron artritis reumatoide juvenil a mis 9 años; el día que mi vida dio un giro, ya nada fue igual.

Como estudiante mi historia fue distinta a otras: mi preparatoria la cursé en una silla de ruedas porque mis caderas estaban desgastadas y me era imposible caminar. La buena noticia fue que mi escuela era divertida y amena gracias a que tuve unos compañeros y maestros espectaculares que me cuidaban, me ayudaban y me traían en los “cielos”. ¿Por qué digo en los cielos?, porque tomábamos una clase en un segundo piso y los jóvenes me subían a peso para yo poder tomar mis clases. (¿Rampas? ¿Qué es eso especialmente en una comunidad rural?).

Así cursé mi preparatoria y después, graduados, muchos compañeros se fueron a estudiar a la ciudad, otros hicieron sus vidas y yo me quedé en mi pueblo en la sierra de Sonora, en mi mundo. No lo niego: me sentía mal e indefensa porque quería salir y no podía, quería salir corriendo y poder estudiar en una universidad, pero no se podía.

Ese tiempo fue crucial para mí, porque yo no quería estar así. Un día al despertar pensé y pensé y lo deseé, cuando de pronto tuve una idea  y la solución con estas benditas tecnologías que pueden hacer muchas cosas. Me propuse dejar el miedo y tener coraje para encontrar una universidad que pudiera cursar en mi condición. De pronto lo logré, empecé a estudiar una licenciatura en psicología y, claro, como todo estudiante batallé, me estresé y quise tirar la toalla, pero recordaba todo lo pasado y me motivé para continuar.

Finalmente pasaron tres años y medio y concluí mi carrera con un promedio de 9.7, algo que me emocionó tanto que hasta lloré de felicidad; al fin había podido lograr un sueño que siempre quise, y lo más satisfactorio de todo eso fue, decirles a mis papás: gracias por la oportunidad y por confiar en mí.

En realidad mi vida está compuesta por muchos momentos de lucha contaste, mis etapas de niñez y  adolescencia fueron vividas de otra manera, buscaba pero no encontraba algo que me sacara de donde estaba, sabía que las cosas iban a ser diferentes, me limitaban mucho, pero por otro lado trataba de darle un sentido a lo que me rodeaba, si no podía hacer algo, me la ingeniaba de otros modos, fue difícil aprender a adaptarme, pero nunca imposible.

Aprendí que la incertidumbre y la indecisión son las peores cosas con las que lidiar, por lo que aprender a tomar decisiones rápidas y no cuestionarlas, en este entorno, es una gran virtud que te ayuda a seguir para adelante. A veces, nos empeñamos en dar tantas vueltas a las cosas que acabamos entrando en un círculo vicioso  que nos impide tomar decisiones o estar tranquilos con las tomadas.

Todo eso nos enseña y nos da para seguir avanzando, también influye mucho la familia, los amigos y la gente que te rodea y te estima, ese pilar que siempre está para sostenerte en todos los momentos, sean buenos o malos, siempre encontramos un aliento en ellos, yo en lo personal, he contado siempre con el apoyo, me he sentido protegida y querida, el impulsarme y darme ánimos aunque a veces no los hubiera, son puntos muy valiosos y comprendes que tienes que seguir adelante, avanzando para demostrar que cada día cuenta y ellos están en esos días.

He aprendido mucho a lo largo de estos años: he aprendido a darlo todo en lugar de nada, me he abierto a retos, oportunidades y experiencias, no todas buenas porque sabemos que no todo es color de rosa, pero de cada paso de mi vida, puedo decir que no me arrepiento y encuentro en mi camino un  sin fin de cosas, muchas personas que me impulsan a salir adelante, unos vienen otros se van, pero todo tiene un sentido, tiene una razón y son razones para crecer.

El consejo que les doy a los jóvenes y también a las personas que lo quieran tomar es: todo en esta vida es cíclico. Las cosas indefectiblemente empiezan y terminan, las personas llegamos a esta vida y nos vamos de ella. Es la ley de las cosas y de la vida en general, un ciclo es un compilado de momentos vividos, impregnados de sentimientos, agradables o no, a los cuales nos apegamos. En realidad, los ciclos de nuestra vida están interconectados, y mientras uno se está cerrando, otro enseguida se está abriendo.

El problema está cuando nuestra mente se queda atrapada en ciclos pasados, a los cuales ya no pertenecemos. Entonces, nos cerramos a la posibilidad de empezar a vivir nuevas etapas, y nos quedamos estancados, sin avanzar y es normal que, cuando nos enfrentamos ante el cierre de un ciclo que no estábamos preparados para terminar, nos invada un sentimiento de culpa.

La mayor parte de las cosas que nos suceden están fuera de nuestro alcance, y no tienen que ver con algo en particular. Las cosas no siempre son “causa-consecuencia”. Por eso, en ningún momento debes decidir rendirte. Deja  de buscar explicaciones donde no las hay, porque esa actividad es completamente desgastante y frustrante. Simplemente, aceptar que las cosas sucedieron y que no tenemos por qué entenderlo sólo hay que dejarlo ir y algo muy importante que una persona cercana me dijo: el 98% de las cosas que nos preocupan, nunca pasan.

POR ESO RECUERDEN ¡Tu vida puede cambiar para siempre y para mejor! Tómate este tiempo, porque vale la pena… ¡Es solo unos minutos!

*Karla Guadalupe Durazo Duarte es licenciada en psicología y vive con artritis reumatoide juvenil desde los 9 años de edad


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