Lo que el progreso social me enseñó

El Índice de Progreso Social es una medición holística del desempeño social de un país que es independiente de factores económicos tradicionales como el gasto y el ingreso.

Lo que el progreso social me enseñó
Por Katia Guzmán Martínez*

Hace poco más de dos años me incorporé al equipo de México, ¿cómo vamos? Como politóloga y datera fue un reto ser parte de una organización dedicada al monitoreo y análisis de variables económicas a nivel nacional y estatal. Una de mis tareas consistiría en hacer más eficiente el procesamiento de datos: automatizar los 14 semáforos económicos nacionales y estatales, así como los 20 sectoriales. Además, dentro del paquete de información para procesar se encontraba todo lo relacionado con el Índice de Progreso Social (IPS).

El Índice de Progreso Social es una medición holística del desempeño social de un país que es independiente de factores económicos tradicionales como el gasto y el ingreso. El Índice está basado en un rango de indicadores sociales y ambientales que capturan tres dimensiones del progreso social: necesidades humanas básicas, fundamentos del bienestar y oportunidades, y toma valores entre 0 y 100, donde 0 es el menor progreso social posible y 100 el máximo progreso social posible. Para el 2021, el último año del que contamos con información, encontramos que México logró alcanzar 63 puntos de 100 posibles. Como en muchos otros indicadores, panzamos.

A lo largo del camino que recorrimos como equipo para lograr publicar en tiempo y forma el Índice tuve espacio para poder reflexionar sobre lo que implica el progreso social, tanto en el país como en nuestra cotidianidad. A continuación, comparto algunas de estas reflexiones.

Primero, la desigualdad regional en cuanto al progreso social no puede esperar a ser atendida. La capital del país, a excepción de 2020, se ha posicionado como la entidad con mejor desempeño en el IPS desde 2015; en 2021 alcanzó 73.1 puntos. Sin embargo, sus fortalezas —como la disponibilidad de servicios básicos y el acceso a la educación tanto básica como superior— tienen más que ver con las desigualdades estructurales y la lógica centralista de proveer a la ciudad de todo lo necesario para su desarrollo a costa, en ocasiones, de perpetuar al resto de las entidades.

Por ejemplo, en los componentes de acceso a conocimientos básicos, por un lado, y de acceso a educación superior, por otro, son en donde se observan las mayores brechas entre la capital y el resto del país. Si consideramos que la pandemia tuvo un impacto negativo en cuanto al rezago educativo en términos generales, podríamos esperar que a aquellas entidades con una menor infraestructura les cueste más trabajo, primero, recuperar y, posteriormente, avanzar en dicha materia para lograr mejores niveles de progreso social.

A pesar de este contexto, no se ha generado ningún tipo de evaluación para medir la magnitud de este rezago ni de la calidad de la educación en el país y, por lo tanto, tampoco se cuenta con un plan para atender el problema. A nivel federal, en el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación 2023 no se proponen programas presupuestarios específicos para atender los rezagos educativos derivados de la pandemia. La Secretaría de Educación Pública únicamente cuenta con un incremento de 5% para atenderlo. Dada la centralización de la educación pública, esto complejiza la respuesta que los gobiernos locales puedan tener ante este gran reto.

Segundo, aunque el IPS busca ir más allá de los indicadores económicos tradicionales atender la pobreza, potenciar el crecimiento y mejorar la calidad del empleo son maneras en las que se puede mejorar el bienestar. En el IPS 2021 encontramos que el progreso social se relaciona positivamente con el PIB per cápita y los ingresos laborales promedio, por un lado, y negativamente con la pobreza laboral, por otro lado. Uno de los fenómenos que aqueja actualmente la economía de los hogares de México son las altas tasas inflacionarias —problema derivado de la reactivación económica posterior a los peores meses de la pandemia. Esta situación tiende a afectar en mayor medida a los hogares con menores ingresos, sobre todo si se considera que la variación en alimentos y bebidas no alcohólicas es casi del 15%. Una posible política pública para evitar que más personas no tengan acceso a los alimentos básicos es un programa social temporal y focalizado que consista en la transferencia mensual del valor de una canasta alimentaria para los 10.8 millones de personas en situación de pobreza extrema identificadas por el CONEVAL en 2020.

Por último, y en el mismo sentido de la reflexión anterior, el mejoramiento de las condiciones laborales, así como de la repartición de tareas del hogar y de cuidados requieren la participación del gobierno, tanto local como federal, el sector privado y las personas. Si bien, es necesario implementar políticas públicas dirigidas a incentivar la formalización del trabajo y robustecer de manera urgente las oferta pública de servicios de cuidados, mientras no se reconozcan los beneficios de formalizar el trabajo y otorgar mejores prestaciones laborales a sus trabajadores por parte de la iniciativa privada será complicado que se logre consolidar cualquier intervención pública.

Además, se debe promover por todos los medios la idea de que los hombres también pueden cuidar. El Estado lo puede hacer cambiando las leyes que aún impiden a hombres casados tener acceso a servicios de cuidado o impiden que los hombres tengan licencias de paternidad extensas y obligatorias cuando nacen sus hijos. Las empresas pueden promover una cultura donde los hombres también tengan derecho a ausencias para el cuidado de sus hijos, enfermos o adultos mayores cuando así lo requieran. Es necesario que se promueva una cultura de trabajo donde estas responsabilidades no se vean como un costo para la empresa, sino que la posibilidad de balance sea una prestación de las empresas.

Aunque aún hay mucho camino por recorrer para lograr que todas y todos los habitantes de México gocen del progreso social, estimarlo, reflexionar al respecto y emitir un par de recomendaciones, el trabajo que realizamos desde México, ¿cómo vamos?, es un primer paso para atenderlo. Lo dice muy bien CONEVAL: lo que se mide, se puede mejorar.

*Katia Guzmán es investigadora de México ¿cómo vamos ?

@guzmart_

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