Buscando a Carmen

Loca, solterona, ególatra, cascos alegres, histérica, poseída, frívola, ninfómana, lunática, fría, calculadora, imposible de tratar; ¿te suena familiar alguna de estas etiquetas?

Buscando a Carmen
Por Leticia del Rocío Hernández

Loca, solterona, ególatra, cascos alegres, histérica, poseída, frívola, ninfómana, lunática, fría, calculadora, imposible de tratar; ¿te suena familiar alguna de estas etiquetas?; ¿cuál de ellas representa a aquel miembro femenino de tu familia del que poco o casi nada se sabe? Yo encontré la mía hace poco tiempo, y al hacerlo, supe que se llamaba Carmen, y que su sangre corre por las venas de mi línea materna.

Durante el proceso de recuperación de la memoria de mi bisabuela, no dejó de sorprenderme la descarada facilidad con que el nombre y la historia completa de una persona fue borrada de un plumazo del árbol genealógico, ignorada en todas las conversaciones sobre el origen de la familia y alejada por completo de la remota posibilidad de convivencia con su descendencia. Para que eso sucediera se requirió de la incuestionable participación del miembro de la familia que más relevancia tenía pues, en aquella época, una no muy distinta a la actual, la voz masculina delineaba los trazos de la historia, dictando cuando sí y cuando no una figura podía permanecer, expresarse, retirarse o, incluso, desaparecer. Esa voz, que le pertenecía a mi bisabuelo, fue la que silenció las múltiples infidelidades que él protagonizó, al tiempo que le arrebató a Carmen la dignidad en un mundo en que la reputación de una mujer lo era todo, condenándola al olvido, o en el mejor de los casos, a que de ella se dijera que era la loca de mal carácter que abandonó a sus hijas. Sin pronunciar jamás su nombre, la mía fue una familia que, estoy segura de que sin proponérselo, desplazó de su sitio a una mujer que hizo todo lo posible por mantenerse al lado de su esposo y de sus hijas, aún cuando no tenía los recursos económicos suficientes para pelearlo, ni una red de apoyo que le permitiera sostenerse.

¿Cuántas mujeres incómodas existen en la historia de las familias mexicanas? ¿Cuántas de ellas fueron relegadas, suplantadas, olvidadas? ¿Cuántas murieron sin poder alzar la voz y reclamar lo que era propio? ¿Cuántas fueron víctimas del engaño y la traición que puede significar, en los ojos de quien lo padece, el desconocimiento del origen y de los sucesos que suponen un hito en la historia familiar? ¿Cuántas mujeres que son hijas no reconocidas no pueden ser nombradas hermanas, primas, sobrinas o nietas, tan solo por el capricho y voluntad de un hombre que insiste en torcer los caminos en nombre de una supuesta dignidad? Y, sobre todo, ¿por qué considero importante y necesario conocer nuestra historia y hablar de ello?

Es importante porque todas las historias cuentan, todas las vidas valen, y todas las mujeres somos y existimos; porque allá donde exista una voz silenciada, existe también una injusticia, y ahí donde se habla de un estigma, seguramente se calla un doloroso secreto o una vergonzosa situación que deja en el olvido, a conveniencia, a mujeres cuyo rostro se desvanece en la desmemoria de una sociedad que demanda, cada vez con más fuerza, la restauración de la justicia. Y es necesario porque esas mujeres conocidas como las locas, ególatras, histéricas, ninfómanas, lunáticas y cualquier otro apelativo con el que se pretendió esconder su nombre y silenciar su relato, son las que, con su conducta, incomprendida o mal interpretada, abrieron brecha para las mujeres de generaciones posteriores.

Buscando a Carmen es un recordatorio de que no solo las mujeres que cumplieron con el papel que la sociedad esperaba de ellas merecen aparecer en los retratos familiares: ellas, las excluidas, las olvidadas, también existieron, ellas también formaron parte de la historia.

Buscando a Carmen lo encuentras en Librerías El Sótano, Librerías Fondo de Cultural Económica, Librería Ochoa (Durango) y en www.colmenacultural.com

@LeticiadelRocio

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