¿Capacitista yo?

Al igual que otros sistemas de opresión como el sexismo y el racismo, el capacitismo lo tenemos metido literalmente hasta las venas y, por lo tanto, permea y se encuentra presente en prácticamente todo.

¿Capacitista yo?
Mariana Díaz Figueroa

Por Mariana Díaz Figueroa
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¿Alguna vez te has limitado en ir a algún lugar porque sabes que no es accesible o simplemente porque te da miedo que no te dejen entrar? ¿Alguna vez te han dejado de invitar a un plan por considerar que “no es apto para ti”? ¿Has tenido miedo de que no te contraten en un trabajo o que no valoren tus aptitudes? ¿Has considerado que el simple hecho de ir a un baño o cruzar una calle puede ser un “privilegio”? Si tu respuesta es no a estas y muchas otras preguntas, la razón es porque te beneficias de un sistema de opresión que se llama capacitismo, que coloca en una situación de privilegio a las personas sin discapacidad frente a las personas con discapacidad en el ejercicio de todos sus derechos y que genera una discriminación estructural y sistemática.

Al igual que otros sistemas de opresión como el sexismo y el racismo, el capacitismo lo tenemos metido literalmente hasta las venas y,  por lo tanto, permea y se encuentra presente en prácticamente todo. 

Si hacemos un rápido ejercicio será posible advertir que nos educaron (quizá de manera inconsciente) de forma capacitista, al no dejándonos jugar con los niños con discapacidad, diciéndonos que la diferencia “es mala y un problema” o simplemente no dándonos herramientas para convivir y vivir en diversidad.

También, la información que hemos obtenido del entorno como programas o novelas ha sido capacitista, nos han contado que la discapacidad es un “castigo terrible” que le toca al malo de la novela o simplemente debido al capacitismo no concebimos que se cuenten historias de personas con discapacidad sin caer en el porno inspiracional, porque esa cultura capacitista nos ha enseñado que las personas con discapacidad o son víctimas o son fuente de inspiración, pero perversamente no es porque hagan muy bien algo sino porque “la vida siempre puede ser peor”.

El capacitismo, como la humedad, se impregna en todos lados y lo podemos ver reflejado en cosas tan simples como las calles, los edificios, los medios de comunicación, los sistemas de justicia, las leyes y políticas públicas, en nuestro actuar y pensar cotidiano, porque este mundo ha sido pensado y diseñado por y para un grupo privilegiado y estandarizado de personas que se mueven de determinada manera (generalmente caminado), se comunican de una manera (generalmente de manera oral), reaccionan y entienden el mundo de una sola manera, y quienes lo hacen de forma distinta parecería que simplemente no existieran y no lo hicieran. El mundo no se encuentra pensado y diseñado para la gran diversidad de personas que existimos y justo ese es el reto, que las personas con discapacidad puedan vivir y ejercer derechos de la misma manera que el resto de la población.

Para lograr lo anterior, es indispensable eliminarbarreras que impiden el ejercicio de derechos en igualdad de condiciones como las barreras arquitectónicas, urbanísticas, comunicacionales, procesales y las más complicadas, las actitudinales que tienen que ver con los prejuicios y estereotipos, esas ideas falsas que nos dicen que las personas con discapacidad no pueden hacer ciertas cosas, que no son aptas para ejercer ciertos derechos, no son productivas, no son objeto de deseo, entre muchas otras cosas.

Así que te invito a asumirnos como personas capacitistas en deconstrucción, eso nos permitirá cuestionar lo que decimos, la manera en que actuamos y nuestro actuar cotidiano y reflexionar en qué momento nos constituimos en barreras para el ejercicio de los derechos de las personas con discapacidad y preguntarnos qué 

pequeñas cosas podemos hacer para cambiarlo.

Educar en la diversidad, hacer un esfuerzo porque los productos o proyectos que emprendamos incluyan al mayor número de personas posibles eliminando barreras y garantizar la participación activa de las personas con discapacidad al considerar sus aportaciones importantes y valiosas, visibilizar la discriminación, abrazar la diversidad, son ya el primer paso, necesitamos un mundo anti capacitista pero en principio, debemos aceptar y reconocer nuestro capacitismo internalizado y los micro y macro capacitismos que realizamos sin darnos cuenta, porque solo así construiremos un mundo que pueda ser disfrutado en plenitud por la gran diversidad de personas que lo habitamos.

 *Mariana Díaz Figueroa es feminista interseccional. Hace más de doce años labora como abogada en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Es académica de la Escuela de Formación Judicial. Ha trabajado como consultora experta para la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Es parte de la Red Feminista de Investigación sobre Inteligencia Artificial y ha reconocida como una de las abogadas más influyentes de México.
Ha sido reconocida  como una de las abogadas más influyentes de México
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@Mariana_DiazF

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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