Gestar la innovación

En el siglo XXI, para gestar la innovación, de fondo se utilizan mujeres, de forma se reconocen a los hombres.

Gestar la innovación

Por Marilú Acosta.

Albert Einstein (1879—1955) dijo: “Si tuviera sólo una hora para salvar al mundo, pasaría 55 minutos definiendo el problema y 5 buscando la solución”. Es tan contundente la invitación a reflexionar ¿cómo solucionamos los problemas a los que nos enfrentamos? que no se nos ocurre cuestionarnos ni la atribución a Einstein, ni lo que dice la frase, y deberíamos porque la primera vez que ésta se menciona es en un artículo sobre fabricación publicado en 1966 donde (1) se le atribuye a un profesor de Yale y (2) la hora está dividida en 40/20 no 55/5. Pero retomemos ¿cómo solucionamos los problemas a los que nos enfrentamos?

María Francisca Maximina Muguerza Crespo (1849—1913), Doña Panchita, se enfrentó con la siguiente situación: ser mujer, enviudar en 1889, un hijo de apenas 12 años, un próspero negocio, Casa Calderón, y estar enamorada del proyecto, aún en papel, de crear una cervecera industrial. ¿Cómo lo solucionó? Con trabajo y alianzas, por lo que 21 meses después de su viudez se crea en noviembre de 1890 Cervecería Cuauhtémoc (hoy FEMSA) en Monterrey, Nuevo León. Hasta su muerte, le dedicó su dinero, su inteligencia, sus días y sus noches a gestar e innovar la industria de Monterrey. Innovó en la producción de cerveza, en su embotellamiento (creó la empresa Vitro), su cerrado con corcholata (constituyó la empresa Alfa), cambió el transporte, consolidó la presentación de cerveza de barril y generó estrategias de publicidad. Para 1908 la cervecera había ganado 11 reconocimientos mundiales.

Don Porfirio Díaz no sólo tuvo el honor de conocer a Doña Panchita y visitar el inicio de la industria neolonesa, sino que tuvo la visión de conectar el país por medio del ferrocarril, para detonar el desarrollo de México. Annie Cass de Pearson (1860—1932) de origen inglés, quien, además de ser la esposa de uno de los principales contratistas de Don Porfirio en cuanto a las vías ferroviarias, fue una entusiasta defensora de las mujeres, apoyó la institucionalización de la enfermería y donó un Sanatorio de Beneficencia a la Ciudad de México, ante la precaria situación sanitaria de principios del siglo XX.

Conceptualizar un proceso de innovación por géneros es absurdo porque lo femenino y lo masculino son complementarios, sin embargo a la hora de atribuir un proceso de creación, gestación y crecimiento, la sociedad tiende a prefiere a los hombres. De aquí que la historia, la industria, la salud y la innovación son palabras femeninas que se escriben en masculino. Si pensamos en gestar a un ser humano, inmediatamente imaginamos a una mujer embarazada y olvidamos los derechos y obligaciones del hombre. Cualquier otra innovación, tendemos a borrar de la historia la función maternal, nutritiva y estratégica de las mujeres.

Más de un siglo después, al inicio de la pandemia trabajé para la institución en la que se convirtió ese Sanatorio donado por Annie Cass, y me enfrenté a muchos problemas: una alta demanda de servicios de salud, una enfermedad desconocida, cuadros clínicos cambiantes, personal de salud asustado y fuera de sus campos clínicos, la ausencia de tratamiento, una respuesta lenta por parte de los hospitales públicos, la saturación de los hospitales privados y una amplia población vulnerable que no sabía qué hacer o a dónde acudir. No pude detenerme a pensar porque debía responder al tiempo que se presentaban nuevos retos. Lo solucioné trabajando 24/7 y tuve la fortuna de contar con el apoyo tanto de hombres como de mujeres, que siguieron también un fuerte ritmo de trabajo. Gesté una transformación digital en la atención a distancia y logré adelantarme a la enfermedad para disminuir a menos de 1% la mortalidad de nuestros pacientes, cambiando así la respuesta nacional ante la pandemia por COVID19, aunque bajo mi responsabilidad directa o indirecta sólo hubo 9 mil pacientes.

No pensé que Doña Panchita y yo tuviéramos tanto en común, ni que ser mujer siguiera siendo un problema para el reconocimiento. Lo más triste fue darme cuenta que las mujeres también prefieren reconocer a los hombres antes que a las mujeres. La que en su momento fue mi jefa decidió (1) reconocer a dos hombres por mi trabajo, en la institución creada por Annie Cass, una defensora de las mujeres, (2) abortar la gestación del proyecto al removerme, (3) generar una historia negativa para poder justificar sus decisiones anteriores y (4) dejar de atender pacientes vulnerables hasta desaparecer el proyecto. La empresa del software que utilicé y mejoré, es de Monterrey y está ligada de varias maneras a lo que creó Doña Panchita y el dueño no sólo se atribuye mi trabajo, también lo ha vendido a la industria de Monterrey. Yo tengo la satisfacción de haber ayudado a mucha gente y eso me es suficiente. Aunque reconozco que me duele profundamente saber que en el siglo XXI, para gestar la innovación, de fondo se utilizan mujeres, de forma se reconocen a los hombres. Ahora que tenemos tanto que reconstruir después de estos dos años pandémicos, invito a la sociedad a honrar a quien tenemos que honrar, más cuando las principales accionistas de esta industria neolonesa son mujeres.

@marilu_acosta

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