El perdón no se pide, se ofrece

Fisiológica y anatómicamente el cerebro se modifica para bien al perdonar y para mal al no perdonar.

El perdón no se pide, se ofrece
Marilú Acosta

Perdonar es un acto de generosidad (del latín per, “acción completa”) y donare (regalar). Se decía perdonar cuando un acreedor le regalaba al deudor lo debido. El afectado realiza un acto de generosidad y ofrece a quien lo afectó el regalo del olvido. Es más sencillo perdonar una deuda material que una emocional, lo sabemos porque nos ha pasado. Sin embargo, es tan importante perdonar que el cerebro tiene una estructura anatómica dedicada a hacerlo: se llama surco temporal superior izquierdo, y entre más desarrollado está más es capaz de perdonar. Así lo descubrió SISSA en Italia. ¿Cómo se perdona? Se evalúa daño e intencionalidad. Si no fue intencional, el surco perdona porque puede identificar un arrepentimiento genuino en la otra persona.

La neurociencia del perdón sostiene que la ausencia de perdón produce rencor, odio, ira, estrés y vivir en el pasado, mientras que el perdón mejora la salud mental por medio del alivio, relajamiento, mayor dominio sobre los pensamientos, mejor resolución efectiva de problemas, perspectiva, atención, memoria y enfoque en el futuro. Fisiológica y anatómicamente el cerebro se modifica para bien al perdonar y para mal al no perdonar. Sin tanta precisión biológica, ya lo practicaban y sugerían las sabidurías ancestrales.

El perdón se ejercita, porque el cerebro está programado para enfocarse en lo negativo antes que en lo positivo, lo cual nos funcionó durante millones de años, pero hoy es el peor enemigo del perdón. El cerebro instintivamente se enfoca en problemas, no en soluciones; en amenazas, no en oportunidades; en traumas, no en alegrías, y genera el sesgo de negatividad. El cerebro nos quiere vivos, no felices; quiere aprender por medio de lo negativo, para recordarlo y evitarlo. El cerebro cuando se preocupa excesivamente crea estrés, ansiedad y, por supuesto, la falta de perdón, porque entiende como vulnerabilidad (y riesgo de vida) la generosidad de desestimar las desgracias (imaginadas).

Solicitarle a alguien que nos pida perdón es una incongruencia semántica y neurológica que no da paz mental. A veces, incluso, es una necedad discursiva y aberración histórica, como cuando el gobierno de México reclama al gobierno de España y al Papa que pidan perdón a los pueblos originarios de México por la Conquista, que fue más un equilibrio de la naturaleza que la imposición de la espada y la cruz. El continente americano llevaba aislado del mundo más de 300 millones de años. Para integrarse requería de una actualización biológica y los españoles fueron el medio. Las epidemias de 1520 por viruela, 1531 por sarampión, 1545 y 1576 por salmonela acabaron con el 90% de la población. Se calcula que había 11 millones de habitantes en lo que hoy es México, y quedaron millón y medio vivos y biológicamente más capaces. La epidemia más mortal fue por salmonela. Sin conocer la enfermedad ni saber cómo curarla ni prevenirla, los pueblos originarios sucumbieron a ella. Sus formas de higiene no fueron suficientes para evitar su propagación por medio de alimentos mal lavados o poco cocidos. Los españoles con espadas enfundadas y cruces calladas no entendían por qué los indígenas morían por centenas diariamente y ellos no, y es que la salmonela era una bacteria europea con orígenes africanos que el sistema inmunológico de los indígenas simplemente desconocía. Nunca fue la intención de los españoles acabar así con los pueblos originarios.

Por simple matemática, México fue un país mestizo desde el inicio. Mentes y manos indígenas se unieron a las españolas para cimentar lo que hoy es México. Los hijos de los conquistadores (o portadores biológicos) somos nosotros, más resistentes inmunológicamente. Parafraseando a Miguel León-Portilla, fue un encuentro de dos biologías. Habrá que perdonar a quienes nos repiten que fuimos destruidos por los españoles. ¿Hubo españoles malos? Claro; también los hubo indígenas. La maldad no tiene que ver con nacionalidades, culturas o momentos históricos, sino con la capacidad de perdonar y soltar el rencor y el odio.

Muy diferente situación es la que vivimos en el México de hoy: a raíz del mal manejo (intencional) de Covid-19 los mexicanos perdimos cuatro años de esperanza de vida.

Hay mucho que perdonarle al gobierno actual. Veamos hacia adelante.

Y tú, ¿ya te perdonaste?

@Marilu_Acosta

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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