Por Maryangel García-Ramos*
A veces se nos olvida que las mujeres con discapacidad, también somos mujeres.
Durante los últimos 23 años de mi vida, he tenido una discapacidad motriz y uso silla de ruedas. Ha sido un proceso muy interesante y profundo poder entenderme con mi discapacidad y a la par entender el poder que tiene el habitar este cuerpo mío así tal cual es. Por mucho tiempo, de manera muy inconsciente y desde mis trece años yo internalicé esta narrativa de que nosotros, las personas con discapacidad, éramos este tipo de seres rotos e incompletos que teníamos que sentirnos avergonzados porque algo nos faltaba, por quiénes somos o cómo nos vemos. Yo a veces decía la frase que quería “ser normal como las otras niñas” reconociendo que la norma eran ellas y era casi impensable el poder ser feliz y plena si no pertenecía al mismo espacio que ellas, como si yo no fuera merecedora de ocupar espacio, sin tener propiedad en este mundo que me reconociera por quien soy en todo lo que eso significa.
Si nos remontamos a la historia, podemos encontrar evidencias de que nosotras, las personas con discapacidad, hemos sido escondidas, violentadas, asesinadas, experimentadas y burladas por considerar que no cumplimos con las expectativas de lo que debiese ser un humano digno. Estas narrativas que yo como niña con discapacidad me dije, no fueron solo porque las aprendí de las telenovelas en las que si las protagonistas tenían una discapacidad eran “pobrecitas”, sino porque en el Holocausto asesinaron a 300,000 personas como yo porque no éramos suficientes o porque por años hasta el día de hoy se han esterilizado a las personas con discapacidad, especialmente niñas y mujeres. Y esta carga histórica tiene un impacto en el presente y a veces pareciera conveniente ignorar, olvidar o deshacernos de nuestra incómoda existencia.
En México hoy somos más de 20 millones de personas con discapacidad o una limitante, de las cuales 11 millones somos niñas y mujeres. Hoy, las mujeres con discapacidad conformamos el grupo interseccional más discriminado según CONAPRED. Solamente el 27.6% de las mujeres con discapacidad es económicamente activa en México vs el 52.9% de los hombres con esa condición. Con todo y estos números, cuando se trata de mujeres con discapacidad no tenemos suficientes datos que nos ayuden a entender a detalle las experiencias diversas que nosotras vivimos, especialmente cuando se trata de violencia de género.
Ha sido difícil visibilizar nuestra lucha desde las perspectivas únicas de las mujeres con discapacidad. Por mucho tiempo cuando hablamos de los derechos de la comunidad con discapacidad no se consideraba que tuviera perspectiva de género. Y en nuestra lucha por la igualdad de género y nuestros feminismos, muchas veces los espacios y estrategias no han considerado que todas somos diferentes hasta en nuestras neuro diversidades y diversidades funcionales y de nuestros cuerpos, y no necesariamente se nos ha pensado. Podría nombrar muchos foros desde nacionales e internacionales y políticas públicas o leyes en temas de género donde las mujeres con discapacidad no hemos sido parte de esos procesos. Un triste ejemplo es la Ley General para el Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, que hoy está en el Senado Mexicano, la cual no considera a las mujeres con discapacidad porque al hablar de refugios y centros de justicia, no pide sean accesibles en todas sus formas. Y si no lo son, de seguro una mujer con discapacidad violentada regresará con su agresor. Y esto ya lo hemos exigido. Por eso les digo que a veces se olvida que las mujeres con discapacidad también somos mujeres.
Números globales nos dicen que 8 de cada 10 mujeres con discapacidad son víctimas de violencia, especialmente sexual y que presentan un riesgo 10 veces mayor que el resto de las mujeres a vivir agresiones sexuales, (según la UNFPA). Esto nos hace cuestionarnos cosas como que de los 11 feminicidios diarios registrados en el país, ¿cuántos de ellos serán de mujeres con discapacidad? Hoy esto NO lo sabemos. Y qué duro pensar que ni muertas contamos.
Por esto es TAN importante escuchar las voces de las mujeres con discapacidad en todos los ámbitos. Porque nosotras no necesitamos que “nos den voz” como si no la tuviéramos ni de que alguien se apropie el honor de dárnosla. Las mujeres con discapacidad ya tenemos voz, lo que necesitamos son plataformas y representación para que cuente cada experiencia que viven las mujeres ciegas, sordas, con discapacidad motriz, neuro diversas, con algún tema de salud mental u otros y las estrategias nos funcionen a todas. Y así no habrá falta de representación y visibilidad para la toma de decisión y la exigencia que le corresponde al Estados y a la sociedad misma porque es un tema de invisibilidad sistémica que hay que romper y no se puede hacer sin nosotras.
Yo creo firmemente que cuando una niña o mujer con discapacidad es libre de usar su voz y se reconoce digna y bella, esa es una revolución por sí misma.
Las mujeres con discapacidad aquí estamos. No seremos más las hermanas olvidadas.
*Maryangel es una defensora y activista mexicana de la discapacidad, género y derechos humanos. Actualmente es Directora Ejecutiva global de Women Enabled International y es la fundadora del movimiento “Mujeres Mexicanas con Discapacidad”, una organización que nace de la necesidad de comunidad y la de desmantelar temas interseccionales como la violencia de género, salud y derechos sexuales y reproductivos, representación en política y medios de comunicación. Es presidenta del Consejo de Personas con Discapacidad en Nuevo León, consultora organizacional en diversidad e inclusión y conferencista.
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