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Por Melissa Mochulske
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Recuerdo el 8 de marzo del 2020 como si fuera ayer, aquel domingo salimos a marchar hermanadas en diferentes colectivos con la firme convicción de alzar la voz, manifestarnos y dejar claro nuestro mensaje: ni una más.    

Nunca vamos a saber realmente cuántas fuimos, pero las que estuvimos ahí al rayo del sol, sabemos que fuimos infinitamente más de las que se dijeron.

Al día siguiente: “El nueve nadie se mueve…” y la promesa de que toda mujer tenía derecho a parar y desaparecer para manifestarse en silencio, para mostrar cómo un día sin nosotras impacta en el ritmo, la economía e incluso, la esencia y percepción del país.

Con la fuerza del movimiento aquel 2020 y la promoción constante y reiterativa del primer paro laboral feminista, quienes pudimos, aquel lunes pretendimos ser invisibles y ceder a las jacarandas de temporada, la representación del violeta en las calles.

Cada caso fue diferente, del único que puedo hablar con total conocimiento es del mío.  

Tengo un despacho de comunicación en sociedad con otra profesional en materia, cuya nómina está conformada en un 70% por mujeres.  Aquel 2020 decidimos que el paro fuera obligatorio y así lo hicimos, respetando cada minuto de esas 24 horas que irónicamente resultaron ser un entrenamiento veloz de lo que en unos cuántos días se convertiría en una rutina hecha y derecha a lo largo de dos años.

Como empresa proveedora de servicios a terceros, el resultado de nuestro paro fue inmediato, fuerte y claro: amanecimos al día siguiente con el triple de trabajo esperándonos, haciendo del resto de nuestra semana un pequeño infierno.

Los dos años posteriores, con la inusual carga y cadencia laboral que la pandemia trajo consigo, tras un consenso entre todas las féminas que forman parte de Spinto, decidimos no parar.  

De esas valientes con quien tengo el honor de trabajar he aprendido realmente la definición de lo que son las mujeres imparables, pues no solamente son talentosas e  impecables, sino que parten su día en mil para desempeñar sus diferentes roles como hijas, madres y parejas sin dejar de darse tiempo para ellas, lo cual me hace admirarlas y respetarlas cada día más.    

Este 2023 que la vida presencial ha vuelto y que poco a poco estamos retomando todo aquello que nos es verdaderamente importante, el gran dilema es: ¿Parar o no parar?

Después de mucho pensarlo y de rebotar el tema con colegas, amigas e incluso clientas, hemos decidido no parar; finalmente entendimos que hay mujeres para quienes no trabajar un día es un lujo y hay otras que no pueden darse el lujo de no trabajar un día.

Es imposible pretender que por ser del mismo género, todas vivimos y sobrevivimos bajo las mismas condiciones, porque quien pertenece a una organización que al  final de la quincena pagará ese día como cualquier otro, no se puede comparar con una mujer que mantiene a su familia generando día a día sus propios ingresos.

Mientras siga radicando en cada una de nosotras la decisión de parar, la acción no podrá tener la contundencia que necesita, y no me malentiendan, esto no lo digo a modo de juicio ni mucho menos por falta de sororidad o empatía, al contrario, tengo la firme convicción de que hoy más que nunca es momento de trabajar para hacernos cada día más fuertes, para seguir ganando terreno en todos los ámbitos posibles, para que nuestras decisiones no estén atenidas a juicios o vendettas de un sistema heteropatriarcal y sobretodo, para que las mujeres del futuro por las que tanto estamos peleando, no tengan que padecer todo aquello por lo que hoy luchamos, empezando por lo más básico: vivir.  

Que la fuerza de nuestra naturaleza nos obligue a sumar desde las diferentes trincheras para tener un presente cada vez más digno, justo y seguro. Que pare y se manifieste quien pueda hacerlo por todas aquellas que hoy no pueden y que éstas se enorgullezcan por esos grandes pasos que ellas dan en nombre de las demás.

Entendamos de una vez por todas que no es una, somos todas y juntas, no solo  tenemos el poder de ser imparables, sino invencibles.
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@MelissaMoch

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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