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Por Mónica Flores

Es una realidad, muchas mujeres renuncian a sus empleos cuando son madres.

Mi mamá siempre trabajó, cosa poco común en aquellos ayeres, y ella me decía que yo debía trabajar para ser económicamente independiente y para que la inversión de tiempo y dinero en mis estudios valiera la pena. Con ese ejemplo y esas enseñanzas crecí, terminé la licenciatura, hice dos maestrías y empecé a trabajar en empresas nacionales y globales, me casé y todo parecía seguir el guión de los comentarios de mi madre. 

Sin embargo, el día que salí del hospital y regresé a casa después de haberme convertido en madre de Constanza, me llené de dudas (como muchas mujeres) y pensé en no volver a trabajar y dedicarme 100% al cuidado y educación de mi hija, estaba convencida. Lo comenté con mi esposo y afortunadamente, él me hizo cambiar de opinión.

Tendemos a pensar que es nuestra obligación dedicarnos al 100% a nuestros hijos para darles una buena educación y verlos crecer, de lo contrario no seremos buenas madres, y la culpa nos invade.

A lo largo de mi vida profesional he visto a muchas mujeres talentosas tener esas dudas y rechazar ascensos, pedir reducción de jornada o bien un puesto menos demandante (equivalente a menor jerarquía y sueldo). 

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.