SEP se volvió trampolín político, ¿y la educación cuándo?

El cambio del plan de estudios en la educación básica y la renovación de libros de texto siguen siendo tarea por resolver para la siguiente titular de la SEP.

SEP se volvió trampolín político, ¿y la educación cuándo?
Nurit Martínez

Hasta hace un año, cada vez que se le preguntaba en público a Delfina Gómez si aceptaría ser candidata a la gubernatura del Estado de México en caso de que se lo propusiera el presidente, Andrés Manuel López Obrador, y sólo respondía con su característica sonrisa, pero no agregaba más. Sólo en confianza decía que no le gustaría, pero también que no estaba en sus manos esa decisión.

Con ella a la cabeza, la Secretaría de Educación Pública (SEP) se ratifica como el trampolín político de quienes siendo secretarios vieron en el desempeño de su labor la posibilidad de seguir una carrera política rumbo a la Presidencia o las gubernaturas de sus estados, algunos con mayor ambición personal.

El balance de este centenario en la SEP arroja que hasta la gestión de Delfina Gómez habrán pasado por el despacho, que ideó José Vasconcelos en 1921, un total de 43 secretarios, lo que se traduce en que esos titulares duraron 2.3 años en promedio en el cargo y como consecuencia no hay plan, programa, reforma, revolución o transformación impulsados por ellos que pueda aterrizarse, consolidarse. No es suficiente el tiempo para plantear una visión de nación, saber qué ciudadanos queremos, qué sociedad se vislumbra al futuro de competencia global.

No se trata de volver a la mística nacionalista o social de los gobiernos revolucionarios, menos aún los que buscaron que la educación ideologizara una nación. Los desafíos van más allá de seguir a un líder. Hay grandes desafíos en lo económico, en la tarea para revertir la desigualdad social y los problemas de inseguridad, narcotráfico, corrupción, intolerancia, discriminación y ética. Lo cierto es que todos ellos tienen una semilla en el deficiente sistema educativo.

El papel de los secretarios es central. El camino de ambición política lo trazó el mismo José Vasconcelos, que mientras impulsaba cómo atender el analfabetismo y tener maestros con una mística que pudiera llegar a las zonas más apartadas del país ideó una campaña política por la Presidencia de la República que, a su salida, costó la vida de una decena de sus seguidores y más tarde hizo que él mismo terminara en el exilio.

Desde entonces y hasta antes la alternancia en la Presidencia de la República, cada secretario llegó con propuestas para lograr trascender en la historia del país con sus iniciativas; sólo unos lo hicieron, como la hazaña de Jaime Torres Bodet con el impulso de los libros de texto gratuito en su Plan de 11 Años o las ideas de expandir la educación, incluyendo la universitaria y normalista.

Aunque los secretarios que lo sucedieron consolidaron esas acciones, lo cierto es que varios de ellos tenían en mente el anhelo presidencial. Así sucedió con Porfirio Muñoz Ledo, que fue relevado del cargo porque su proyecto personal no coincidía con el del entonces presidente José López Portillo.

En la siguiente administración Miguel González Avelar llegó a la mitad de la administración para relevar a Jesús Reyes Heroles. Era público que este último tenía aspiraciones presidenciales, solo que la prohibición del artículo 82 constitucional se lo impidió al ser descendiente de extranjeros. A su llegada, las actividades de González Avelar en la dependencia se enfocaron a ganar la adhesión de los integrantes de su partido, de manera que a finales de 1987 formó parte de los seis distinguidos priistas, como se le llamó a los precandidatos presidenciales.

Para el arranque de la gestión salinista la Secretaría de Educación fue parte del reparto en el pago de favores electorales del entonces mandatario. El presidente del Consejo Electoral, que protagonizó la caída del sistema el día de las elecciones de 1988, Manuel Bartlett, fue designado al frente de esa dependencia, pero su choque con la entonces dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Elba Esther Gordillo Morales, provocó su rápida salida.

En el convulso 1994 el único secretario que tenía la confianza del presidente Carlos Salinas de Gortari y cumplía los criterios para ir a la elección era el titular de la SEP: Ernesto Zedillo, quien en el proceso de selección de precandidatos priistas había jugado un rol destacado. De los 21 meses en el encargo educativo pasó gran parte de 1993 en la gestión del partido.

En las primeras dos décadas de la alternancia de partido en la Presidencia, fueron los secretarios panistas Josefina Vázquez Mota, Alonso Lujambio y el priista Aurelio Nuño los que dedicaron gran parte de su gestión a promover sus acciones para lograr que sus partidos los consideraran como candidatos. Sólo Vázquez Mota lo logró y su derrota en el proceso electoral permitió el regreso del PRI a la presidencia.

A pesar de que el panista José Ángel Córdova era bien visto tras su gestión en la pandemia de influenza de 2009 como secretario de Salud, llegó a la SEP tras la prolongada enfermedad de Lujambio. Al final de su gestión, regresó a su natal Guanajuato para participar en la elección de gobernador, sin éxito alguno.

Los priistas Emilio Chuayfett y Otto Granados llegaron a la dependencia después de haber sido gobernadores del Estado de México, pero formar parte del Grupo Atlacomulco fue una de las razones por las que se les designó.

Con el arribo de la izquierda a la Presidencia la situación no fue diferente. Esteban Moctezuma fue designado por haber encabezado el proyecto educativo y musical del empresario televisivo Ricardo Salinas Pliego y porque éste ofreció en campaña un apoyo irrestricto al candidato Andrés Manuel López Obrador.

Su gestión al frente de la pandemia de Covid-19 para impulsar las clases desde casa a través de la televisión y negarse a la petición de López Obrador de que los niños regresaran a clases sin el avance en el proceso de vacunación llevaron a su relevo. Por primera vez una maestra de grupo se convirtió en secretaria.

La trayectoria de Delfina Gómez, sin lazos con el SNTE, afiliada al sindicato del Estado de México y directora de una escuela particular en su natal Texcoco, donde también fue presidenta municipal, no fue lo que más pesó para su designación, sino el haber quedado en el límite de arrebatar al priismo la gubernatura del Estado de México en 2018.

El presidente López Obrador la puso en enero de 2021 en el foco para su promoción para devolverla al proceso electoral.

La maestra Delfina ha sido designada coordinadora de Morena rumbo a la elección de 2023. El jueves de la semana pasada dijo ante el dirigente de Morena, Mario Delgado: “La noticia la recibo con todo el corazón… es un trabajo titánico”. No es lo que en corto anhelaba.

Prevaleció la lealtad ante su líder, porque 18 meses no fueron suficientes para atender los resabios de una contrarreforma, los problemas con el magisterio, particularmente con la Coordinadora Nacional de la Educación (CNTE). El cambio del plan de estudios en la educación básica y la renovación de libros de texto siguen siendo tarea por resolver para la siguiente titular de la SEP.


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