Dos Mundiales y una misma historia

Esa es la lucha que las mujeres han emprendido desde hace muchos años, tener que demostrar que son acreedoras a derechos.

Dos Mundiales y una misma historia
Por Paola Reyna

Dos Mundiales, cinco años de diferencia y una cosa en común: obstaculizar la participación de las mujeres en el futbol americano… la perpetuación de la opresión.

Durante la travesía que pasamos las últimas semanas para poder participar en el Mundial de la especialidad leí comentarios que decían: “¿para qué van si ya no pueden aspirar a medalla?”, “nada más se van a pasear”, “solo quieren que les paguen sus vacaciones”, etcétera. Aquí les dejo un poquito de lo que pienso.

Lo que la gente llama “paseo” para nosotras es la culminación de un proceso individual que duró para algunas más de cinco años de arduo trabajo. Y para el futbol femenil la consolidación de más de 15 años de esfuerzos para ser respetadas, reconocidas y visibilizadas en el deporte.

Como jugadora enfocas todos tus recursos, físicos, económicos y emocionales en un solo objetivo; desarrollas tu vida y planeas todas tus actividades en torno a eso, sacrificas un sinfín de cosas para estar en el top mundial de tu deporte. Ser la mejor, esa es la vida de una deportista.

Puedo comprender que muchas personas no lo entiendan, es difícil hacerlo cuando no dedicas tu vida al deporte.

Haber renunciado por aquello que hemos trabajado por más de 15 años y con tanto esmero sería haber tirado a la basura todo ese esfuerzo y el avance que se ha logrado dentro del futbol femenil. Volver a empezar, comenzar en futuras competencias mundiales desde cero (posterior a cumplir un periodo de veto) y, ¿por qué habríamos de hacer eso? ¡Sería injusto! ¿Por qué permitiríamos que siguieran oprimiendo nuestro desarrollo en este deporte si por tanto tiempo se ha buscado exactamente lo contrario? Sería ir en contra de nuestra propia lucha.

Llevamos mucho tiempo y un largo camino recorrido, y durante ese camino hemos enfrentado un sinnúmero de dificultades, como el tener que demostrarle a una federación que las mujeres SÍ podemos jugar equipado, para ser reconocidas y tratar de tener un poco de apoyo para desarrollar el deporte y ser visibilizadas, ¿Por qué TENÍAMOS que demostrar algo que es reconocido como un derecho humano? Esa es la lucha que las mujeres han emprendido desde hace muchos años, tener que demostrar que son acreedoras a derechos, cuando estos deberían ser respetados desde un inicio; es la despreciable doctrina del sistema patriarcal. Tanto en el deporte como en lo laboral, la política y demás esferas de la vida se sigue obstaculizando el desarrollo y las oportunidades para las mujeres a través de distintas situaciones. Esto es conocido como violencia de género.

El futbol americano no es deporte olímpico, por eso no recibe el mismo apoyo que el atletismo, dicen otras autoridades (Conade). ¿Acaso se vislumbra un discurso de discriminación?

Puedo entender que obviamente no reciba la misma cantidad económica, pero, ¿el no ser deporte olímpico también da lugar a que los procesos para otorgar un apoyo se permitan y perpetúen ineficientes? ¿A que no se le dé la importancia suficiente para poder atender los compromisos adquiridos en tiempo y forma? ¿Liberar un recurso el día que se tenía que estar volando es suficiente para lavarse las manos con un forzado y desinteresado “se cumplió”? ¿O será que la solicitud del recurso no se hizo con el tiempo suficiente?

Hay muchas interrogantes en el aire, de las cuales buscamos respuesta. Mientras tanto, lo que pienso es que no es justo que los deportes NO olímpicos tengan que estar enfrentando situaciones como las que hemos afrontado, sólo porque no tienen la importancia suficiente para las autoridades deportivas mexicanas por carecer de un estatus “aceptable” para estas. ¿Acaso será necesario plantear reformas en las leyes que rigen los procedimientos de Conade para evitar este tipo de situaciones? ¿O será que es una forma de operar discriminatoria, negligente o dolosa para poder hacer desvíos de recursos?

Los dirigentes de nuestro deporte son incapaces de hacer bien su trabajo, y con la mano en la cintura y una sonrisa en la cara nos dicen: “se hizo lo posible y no se pudo”. Creyeron que vestirnos bonitas, una disculpa y una promesa de juego contra el equipo campeón serían suficientes para decir “ni modo, ya será para la próxima”. Creyeron poder seguir reproduciendo estereotipos de género, de mujeres calladas y sumisas que aceptan lo que les dicen e imponen —no vayan a decir nada, tenemos un círculo de confianza, nos decían—. ¿Cuál era el objetivo de callarnos? ¿Evitar que ante una situación como la vivida no hiciéramos nada?

Amenazas latentes disfrazadas de reglamentos y círculos de confianza bajo una cuestionable aceptación y voluntad propia para lograr un objetivo: mantenernos calladas y controladas. Lo que permite la reproducción de la discriminación y desigualdad de las mujeres en el futbol… violencia simbólica, le llaman.

El ejercicio y la reproducción de la violencia en sus distintas expresiones por parte de autoridades y dirigentes es la realidad del deporte en nuestro país.

Pero se les olvida que somos mujeres rompiendo estereotipos, luchando por una igualdad sustantiva en el deporte. Directa o indirectamente estamos en la lucha –desde nuestra trinchera– de todo un movimiento social que reivindica a las mujeres y sus derechos en todos los aspectos de la vida. Y no, no nos vamos a callar, porque no queremos que sigan obstaculizando el desarrollo de deportistas en potencia, no queremos que todo lo que se ha avanzado se vaya a la basura, porque tenemos derecho a que se nos respete y se nos trate con dignidad, como mujeres y como jugadoras de futbol americano, y que ninguna de estas dos cosas sea motivo de discriminación.

Por nosotras y por las que vienen, seguiremos alzando la voz.

Gracias a todas aquellas personas que nos han estado apoyando desde que inició la travesía. Su ayuda fue y ha sido un gran aliciente para nosotras. A Mell Trillo y las familias que tuvieron la oportunidad de estar, y lo estuvieron, al pie del cañón con cada una de nosotras.


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