Brasil entre el radicalismo y la democracia

Brasil acaba de presenciar un escenario que se mantuvo durante meses como una posibilidad latente, pero que parecía haber logrado esquivar tras la toma de protesta del presidente Luiz Inácio Lula da Silva.

Brasil entre el radicalismo y la democracia
Por Raquel López-Portillo Maltos*

Brasil acaba de presenciar un escenario que se mantuvo durante meses como una posibilidad latente, pero que parecía haber logrado esquivar tras la toma de protesta del presidente Luiz Inácio Lula da Silva. El pasado domingo, cientos de seguidores del ex mandatario Jair Bolsonaro irrumpieron violentamente en las sedes de los tres poderes del país: el Congreso Nacional, la Corte Suprema y el Palacio Planalto. Como lo han hecho desde hace meses, los manifestantes exigieron una intervención militar para destituir al presidente democráticamente electo.

Inmediatamente después del anuncio del resultado de las elecciones el pasado octubre, expertos y expertas estimaron que el primer gran reto de Lula sería reconciliar a un Brasil dividido a la mitad tras unos comicios en extremo reñidos. Sin embargo, con los hechos acaecidos en Brasilia pareciera ser que dicha conciliación tendrá que enfocarse no solo en el ámbito social, sino prioritariamente al interior de las fuerzas del orden público.

El propio Lula condenó el desempeño de la policía de la capital al no haber respondido de manera adecuada, a pesar de que se había difundido previamente que esta manifestación tendría lugar. Algunas imágenes y videos circulados en redes sociales muestran poca resistencia por parte de los elementos en el intento de los manifestantes de romper el cerco que resguardaba la zona. Por esta razón y considerando la cantidad de adeptos de Bolsonaro dentro de las filas del ejército y la policía, se ha abierto una investigación para aclarar si las autoridades fueron omisas ante los actos golpistas. Aunado a ello, la Corte Suprema ha suspendido de su cargo al gobernador del Distrito Federal, Ibaneis Rocha, durante 90 días por su posible anuencia y participación efectiva en los hechos.

Esta situación preocupa no solo en el supuesto de que fuerzas del orden público se negaran a restaurar el orden en el caso de que escalen las protestas o que se pronuncien a favor de Bolsonaro, sino que plantea un complejo escenario en materia de seguridad para Lula da Silva. En este sentido, el presidente tendrá que lograr un fino balance entre actuar con todo el peso de la ley contra aquellos elementos coludidos en el asalto a las instituciones sin desatar aún más violencia e inestabilidad en un momento en el que ciertas bases radicales están más armadas que nunca.

Pese al enorme reto de gobernabilidad que representa este suceso para el gobierno recién electo, también abre las puertas hacia la posibilidad de gestionar nuevas alianzas, particularmente con sectores de derecha y centro-derecha en el Congreso que probablemente adoptarán una postura moderada para evitar un costo político. Así mismo, tal como ocurrió con un sector del Partido Republicano que se deslindó de la retórica de Donald Trump y del asalto al Capitolio, varios actores políticos, incluso del propio partido al que perteneció Bolsonaro, se han pronunciado en contra de lo sucedido. Esto deja un espacio de liderazgo que distintos actores de la derecha intentarán llenar, posicionándose como una alternativa a Bolsonaro. En Estados Unidos, las elecciones intermedias evidenciaron que los resultados no favorecieron en su mayoría a aquellos candidatos que apoyaron a Trump y la insurrección. En este escenario, habrá que ver si este acto de violencia fortalece o perjudica al ascenso de la extrema derecha en las próximas elecciones.

Finalmente, con o sin Bolsonaro, el radicalismo parece haber llegado para quedarse en Brasil. Aún queda por ver quiénes estuvieron detrás de las protestas, quiénes financiaron caravanas de tal magnitud y qué sigue para este movimiento. La única certeza en estos momentos es que la desinformación, el extremismo y la radicalización es una realidad cada vez más tangible en la región y alrededor del mundo. Y, sobre todo, que sus efectos tienen un costo demasiado alto para la democracia.

*Licenciada en Derechos Humanos y Gestión de Paz por la Universidad del Claustro de Sor Juana y maestrante en Gobierno y Políticas Públicas por la Universidad Panamericana. Se ha desarrollado en los sectores público, privado y de la sociedad civil en materia de seguridad, análisis político e igualdad de género. Actualmente se desempeña como analista estratégica para América Latina. Es Asociada del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI) e integrante de Generation Democracy del International Republican Institute.
@RaquelLPM

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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