Por Raquel López-Portillo Maltos
El 2022 atestiguó un punto de inflexión notable en el desarrollo político latinoamericano. El triunfo del anti-oficialismo en los comicios generales en Costa Rica, Colombia y Brasil dio pie a una reconfiguración de liderazgos. Particularmente, la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva y de Gustavo Petro confirmó la tendencia hacia una “nueva ola de izquierda” encabezada por las 5 economías más grandes de la región. En este año que comienza, con sus respectivos matices y particularidades, dicho bloque enfrentará una serie de retos que determinarán el futuro de su proyecto político-ideológico.
El primer obstáculo recae en las propias circunstancias bajo las cuales dichos líderes llegaron al poder. Las recientes elecciones en países como Brasil, Colombia, Chile y Perú se desarrollaron en circunstancias por demás competitivas. El clima de polarización abonó a que, en la mayoría de los casos, compitieron candidatos con agendas diametralmente opuestas. Salvo el caso de México con López Obrador y el triunfo mayoritario de MORENA, el resto de los presidentes electos y sus respectivos partidos políticos no tuvieron un triunfo avasallante, contrario a lo ocurrido en la “marea rosa” de inicio de siglo.
Uno de los principales retos será poder mantener las coaliciones de las que se valieron para llegar al poder. Para lograrlo, posiblemente tendrán que sacrificar parte de su agenda, o bien, negociar favores o cargos a cambio de la aprobación de ciertas iniciativas. Uno de los ejemplos más inmediatos es el acercamiento de Petro a la derecha más extrema de Colombia para lograr avanzar la propuesta de reforma agraria y la aprobación de la legislación que permitió dar inicio a los procesos de negociación con el Ejército de Liberación Nacional.
Por su parte, el triunfo de la izquierda no se traduce en un freno en el flanco opositor. En la marea rosa, el oficialismo que fue derrotado pertenecía al centro. Por el contrario, en el escenario actual la ultraderecha ha logrado importantes avances a lo largo de la región. Prueba de ello es el alto apoyo que recibieron candidatos como José Antonio Kast en Chile, Rodolfo Hernández en Colombia y Jair Bolsonaro en Brasil. El apoyo a este extremo del espectro ideológico no se evapora tras los comicios. Por ende, los grupos de ultraderecha no solo buscarán ser oposición a través del espacio legislativo, sino también mediante su influencia en el ámbito empresarial, en los medios de comunicación y en las redes sociales.
Un segundo reto deviene del ámbito económico y social. Independientemente de la tendencia ideológica del gobierno en turno, se vaticina un panorama complejo en el 2023 ante el elevado costo de vida, la inflación y las repercusiones económicas de las crisis globales. Durante la marea rosa, los altos precios de las materias primas fortalecieron los proyectos de Estados de bienestar. Pero para los gobiernos de izquierda recién electos, será prácticamente imposible aumentar el gasto social para poder garantizar las políticas y beneficios prometidos a un electorado descontento. Conscientes de ello, gobiernos como el de Gustavo Petro y Gabriel Boric han presentado iniciativas para materializar una reforma fiscal que permita financiar sus proyectos de gobierno. Sin embargo, ambos países ya han presenciado las consecuencias derivadas de elevar la recaudación en coyunturas en donde las condiciones de vida se han precarizado considerablemente.
Finalmente, un tercer reto recae en las alianzas que puedan formular. La marea rosa se caracterizó por una actuación en bloque y un “sentimiento anti-Yankee”. Hasta ahora, la nueva ola ya ha tenido una serie de encuentros y desencuentros que probablemente continúen y se profundicen acorde a las metas y obstáculos próximos. Al momento, han mostrado distintos enfoques en cuanto a sus agendas políticas y económicas; discrepancias en grandes temas globales como el cambio climático; un mayor pragmatismo en su acercamiento a potencias como China y Estados Unidos; y una creciente voluntad a desmarcarse de otros gobiernos afines ideológicamente.
Otro factor a considerar es la búsqueda de liderazgo regional que se intentará obtener mayoritariamente a través de organismos y foros regionales. Con la próxima llegada de Lula al poder y la maquinaria diplomática que ha caracterizado a sus administraciones anteriores, probablemente esta figura asuma el rol de liderazgo de la región, acercándose a otros mandatarios que se asumen como progresistas. Así mismo, será importante evaluar el acercamiento que puedan tener a dictaduras izquierdistas como Venezuela, Nicaragua y Cuba, y el costo que esto tiene en las relaciones con otros actores relevantes a nivel internacional.
Aunado a los retos mencionados, será crucial vigilar amenazas autoritarias que, a través de actores y herramientas propiamente democráticas, atentan contra los avances logrados. Los resultados de las elecciones en Argentina, Guatemala y Paraguay en 2023 terminarán por definir el devenir de la “nueva ola de izquierda” y su capacidad (o falta de ella) de actuar en bloque y consolidar sus ambiciosas agendas.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
Más de 150 opiniones a través de 100 columnistas te esperan por menos de un libro al mes. Suscríbete a Opinión 51.
Comments ()