🏳️‍🌈 Las personalidades que se superponen

Salir del clóset genera una sensación de plenitud y de reacomodo en tu propio centro.

🏳️‍🌈 Las personalidades que se superponen
Salomé

Cuando leí el cuento La foto salió movida de Cortázar, en el que un pobre cronopio “va a abrir la puerta de calle y al meter la mano en el bolsillo para sacar la llave lo que saca es una caja de fósforos, entonces este cronopio se aflige mucho y empieza a pensar que si en vez de la llave encuentra los fósforos sería horrible que el mundo se hubiera desplazado de golpe, y a lo mejor si los fósforos están donde la llave puede suceder que encuentre la billetera llena de fósforos y la azucarera llena de dinero y el piano lleno de azúcar y la guía del teléfono llena de música....”, pensé de inmediato en mi personalidad.

Hasta antes de salir del clóset viví entre una doble personalidad, acomodando a veces una de un lado y otra de otro; una en lo público primero, en todo lo público; en lo familiar, social, escolar. Y la otra, la de la mujer gay solo dentro de mí, en mis sueños nocturnos, diurnos, en el significado que les daba a las canciones, en la manera en cómo veía a las mujeres.

Hasta que tuve mi primera experiencia homosexual de manera sorpresiva, a los 22 años de edad con una mujer tan bellísima como desconocida, me atreví a pronunciar por primera vez lo que me estaba pasando, lo que vivía, lo que quería y lo que deseaba.

Se lo conté a mi amigo de la preparatoria, que también era gay, y me abrazó de inmediato. No se lo imaginaba, me dijo, pero eso daba igual... Hasta ese momento pude verbalizar que me gustaban también las mujeres.

Esa fue la primera vez que mi personalidad uno, la preponderante, la pública, la magna, la dominante se encontró con mi personalidad dos, la bisexual que siempre me habitó y que gritaba por dentro “¡déjame salir!”.

Imaginemos una fotografía que salió movida, como diría Cortázar, en esos rollos fotográficos de los 90.  De un lado mi silueta como hija casi perfecta, de excelentes calificaciones, con novios de buenas familias, con relaciones sanas... del otro lado, la otra silueta deseando de manera tremenda a una que otra mujer, enamorándose en secreto de ellas, incapaz de dar un paso hacia su conquista y decidida a guardar su anhelo hasta la muerte.

Así fue el paso por mi vida: dos Salomés que a veces se tocaban, se rozaban apenas, a veces se abrazaban, pero de inmediato se despegaban después de esa muestra de afecto.

Con el paso de los años, y con una que otra relación más estable con una mujer, empecé a abrirme con mis amigas y amigos, y las personalidades empezaron a encajar en una sola, con algunas piezas sueltas aún, pero por primera vez configurándose, sin tener que fingir ni esconderme.

Los tornillos y engranajes finales se acomodaron cuando decidí contárselo a mi familia, 15 años después de esa primera experiencia, y cuando me di cuenta de que mi madre y hermano y tías y tíos me amaban sin importarles qué sexo tuviera mi pareja. El respiro fue tan profundo que aún ahora después de dos años lo siento.

Entonces las dos siluetas de la fotografía mal tomada se terminaron de superponer y encajaron como un rompecabezas perfecto. Salir del clóset genera una sensación de plenitud y de reacomodo en tu propio centro, y celebro que hoy tengamos la fortuna de vivir en una sociedad con derechos reconocidos que nos permiten ser ciudadanos de primera categoría en todos los sentidos, que hay instituciones que pueden penar la discriminación y que políticamente ya es hasta incorrecto mostrarse en contra de las comunidades con diversidad sexual.

Ojalá quien lea este texto y esté pensando en “salir del clóset” dé el paso y entienda que después de ese momento no hay marcha atrás y todo el sendero se colma de mayor serenidad y confianza con unx mismx.


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