Por Sophia Huett López, Policía desde el año 2008. Guanajuatense. Promotora del liderazgo de las mujeres en instituciones policiales. Becaria y socia del International Women´s Forum.
Hubo un momento en la historia de este país, en que los logros en materia de seguridad, fueron representados por la detención de criminales en sendas conferencias de prensa.
Al cenar unos tacos, esperar en un consultorio o en la televisión que ocupaba un lugar protagónico a la hora de la comida, podíamos ver a un funcionario que detallaba el operativo y los delitos con los que se relacionaba a aquellos que aparecían a su lado: criminales acompañados de armas de fuego e incluso las drogas con las que fueron detenidos.
Acostumbrada a esa narrativa, llegué a cuestionar si esas capturas que parecían el trofeo de un concurso de testosterona, realmente tenían un efecto real en la calidad de vida de la ciudadanía.
Hoy, la ausencia de estas acciones, hace el análisis relativamente más sencillo y francamente triste.
En el pasado (ese que algunos aborrecen tan solo por ser pasado), hubo casos concretos que permitieron saber que la detención de los líderes criminales SÍ TENÍAN UN EFECTO en la calidad de vida de las ciudades: Ciudad Juárez y La Laguna.
En el caso de Ciudad Juárez, llamada como “la más violenta del mundo”, se realizaron más de 25 detenciones de muy alto impacto, incluyendo a sus dos principales líderes, jefes territoriales y de grupo, además de generadores de violencia. Adicional a las acciones relacionadas a la muy traída y llevada “reconstrucción del tejido social”, la captura de estos personajes clave permitió que respecto a enero a noviembre del 2011, al año siguiente se registraran 55% menos homicidios.
En cuanto a La Laguna, zona del norte del país que componen dos estados y tres ciudades distintas, la violencia surgió de la pelea entre los grupos delictivos entre otras razones, por el narcomenudeo. También ahí fueron detenidos objetivos criminales de alto impacto en operaciones quirúrgicas en lo local y en otros estados del país.
Aprehender a los líderes de las organizaciones, jefes territoriales, jefes de grupo, generadores de violencia e incluso a sus relevos, permitió que de los mil 198 homicidios que se registraron en 2012 en La Laguna, para el año 2014 sucedieran 449 casos, con una tendencia a la baja.
En el mismo caso podría estar Michoacán, lugar donde también la autoridad arrasó con los líderes criminales. Sin embargo, la participación de la delincuencia en el ámbito político y la falta de continuidad en las acciones de seguridad desde lo local, no hicieron de ese estado un caso de éxito. Tras la detención de Servando Gómez se lograron disminuir los homicidios, la extorsión y en general los delitos, pero pronto apareció quien quiso ocupar el espacio y nadie le detuvo.
¿Qué se necesitó para realizar estas grandes capturas y otras tantas que no cabrían en este espacio? No se requirió de un Batallón, de un gran despliegue y de cientos de millones de pesos en ampliar el estado de fuerza.
Fueron detenciones realizadas por un grupo de cincuenta personas: policías de investigación de gabinete y de campo, quienes sin el uso de la violencia sorprendieron a los personajes claves y mejor aún, con el sustento legal adecuado para que no salieran libres.
Entonces ¿hablamos de trofeos institucionales? Hoy estoy más que convencida que no lo fueron.
Hacer cumplir la ley no es una declaración de guerra, sino una vía para lograr la paz y tranquilidad de la ciudadanía. La detención de líderes criminales no debe ser entendida como una demostración de fuerza o de un estilo político, sino una vía para lograr la paz.
En estos tiempos en donde las escasas detenciones que se reportan, son del nivel más bajo de las organizaciones (favor de consultar medios para ver que en lo que va del sexenio hablaríamos de menos de cinco altos perfiles), podemos decir que francamente, extrañamos la detención de los grandes líderes criminales.
No importa si hacen conferencia de prensa para presentarlos como trofeos.
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