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Por Thelma Elena Pérez
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Para contribuir con la comprensión de sensaciones postelectorales, conviene abordar el concepto luz de gas o gaslighting político ejemplificado en las mañaneras y su posible impacto en las audiencias. Cabe puntualizar que este fenómeno no es exclusivo de un producto cultural, ni de una única estrategia de comunicación política. 

Las mañaneras

Las conferencias de prensa matutinas desempeñadas por el presidente Andrés Manuel López Obrador, parten de un modelo de comunicación política presidencial, definido por el propio AMLO y entorno, como un diálogo circular para facilitar información del gobierno a la ciudadanía, garantizar el derecho a la información y la libertad de expresión. 

A favor de las mañaneras, se dice, es una estrategia de comunicación y propaganda que evita intermediarios, un modelo de comunicación que trasciende el ecosistema mediático y participa en procesos de transparencia, rendición de cuentas y combate a la desinformación (González Aguirre, 2019). 

Otras visiones las consideran ejercicios de comunicación unidireccional, porque niegan la interlocución y no fomentan la pluralidad. También, puestas en escena donde se establece agenda, se presenta información sesgada que participa con la polarización y confrontación. Un espacio para señalar y denostar a opositores, el cual no aporta a la democracia, la transparencia y representa un abuso de poder (Zapata Celestino, 2022).

Luz de gas o gaslighting

La denominación gaslighting -luz de gas en español- proviene de la obra de teatro británica, Gas- Light (Hamilton, 1938) y se popularizó a través de diversas adaptaciones cinematográficas. El relato es un hombre que intenta hacer creer a su esposa que está loca, utilizando la intensidad de las lámparas de gas para confundirla. En 1969, los psiquiatras Russell Barton y J.A. Whitehead, utilizaron el término para explicar formas en las que parejas y familiares de pacientes los hacían pasar por personas con patologías psíquicas graves.

El gaslighting es una forma de manipulación psicológica, utilizada en contextos individuales y colectivos para desestabilizar y deslegitimar creencias, percepciones y experiencias, a través de presentar información falsa o dar por sucedido algo que no ocurrió, accionando negaciones persistentes, desvíos, contradicciones y mentiras (Cabero, 2022).

Esta forma de manipulación psicológica se traslada a la esfera política y organiza prácticas sistemáticas en regímenes totalitarios y corruptos (comunismo, nazismo, fascismo, crimen organizado) para desconcertar a quienes que se oponen a los mismos, por medio de manipular el discurso y el contexto ante evidencias, negar y minimizar hechos o crear realidades paralelas (Petric, 2018). En el ecosistema mediático digital, este fenómeno se amplifica con modelos de negocio y fórmulas tecnológicas que favorecen la desinformación a través de noticias falsas, estrategias de marketing, publicidad y propaganda, activación de tropas cibernéticas, etc.  

El posible impacto en las audiencias

Desde el 3 de diciembre de 2018, las mañaneras constituyen un ejercicio sistemático de comunicación para las audiencias. De acuerdo con el Centro de Producción de Programas Informativos y Especiales de la Presidencia de la República, al 31 de marzo de 2024, con mil 948 días de gobierno, se registran mil 308 mañaneras con medias de 120 minutos de duración y 20 minutos de visualización por evento (Linares, 2024). 

El panorama de visualización se amplía al considerar audiencias que no siguen puntualmente las mañaneras y se informan, por ejemplo, en redes socio digitales, en las que, en función de particularidades estructurales y funcionales de las mismas, usuarias y usuarios podrían actuar como cajas de resonancia de los mensajes, a partir de hábitos de consumo e interacciones. 

Ejemplos de expresiones de luz de gas, acometidas por servidores, servidoras públicas y algunos periodistas que participan con la narrativa de las mañaneras, ocurren al minimizar o negar dimensiones de hechos como la gestión y exceso de mortalidad durante la pandemia de Covid-19, el incremento en cifras de violencias contra las mujeres y feminicidios, el rezago educativo, la falta de acceso a servicios de salud y el desabasto de medicamentos,  la militarización y efectos de la política de seguridad, el sobrecosto, eficacia e impacto ambiental del Tren Maya y Dos Bocas, la intervención del Presidente en el reciente proceso electoral, los asesinatos ocurridos en el mismo, entre otros.

Generalmente, las señales de luz de gas o gaslighting son difíciles de detectar tanto para quienes lo experimentan como para el entorno, dejando secuelas como pérdida de la confianza en la percepción de la realidad, culpa, inseguridad y desconfianza. Sensación de indefensión aprendida, baja autoestima, autocensura y dependencia emocional hacia quien manipula. 

En suma, audiencias reales y potenciales de las mañaneras podrían normalizar expresiones de luz de gas o gaslighting político y/o experimentar secuelas del mismo. Sugiero ampliar esta información y generar sus propias conclusiones.

Referencias

Linares, K. (15 de mayo de 2024). Audiencia de las mañaneras se desploma 75%. Publimetro.

Cabero, M. (2022). Luz de gas. En: Ruiz, P. (4 de enero de 2022). Luz de gas: la violencia psicológica invisible y sutil. Universitat Oberta de Catalunya.

González Aguirre, I. (2 de diciembre de 2019). Las mañaneras, un modelo circular. Excelsior.

Petric, D. (2018). The knot theory of mind. Issue September, doi.

Zapata Celestino, K. (2022). Las “mañaneras” de AMLO y los abusos de la comunicación presidencial. CEEY.

*Thelma Elena Pérez Álvarez es docente en comunicación digital, publicidad y marketing en universidades de España y México. Trabaja activamente para que el Estado mexicano garantice el derecho humano a la alfabetización mediática e informacional.
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@ThelmaEAlvarez

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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