Crónica del estreno ‘exprés’ de la primera presidenta del Perú

Una mujer que tenía listo un sastre amarillo y un discurso en el bolsillo del traje para pedir una tregua sin corrupción y sin desgobierno.

Crónica del estreno ‘exprés’ de la primera presidenta del Perú
Por Valerie Vásquez de Velasco*

El debate y votación por la tercera vacancia de Pedro Castillo, era el evento nacional de la ahora jornada histórica del 7 de diciembre del 2022 en el Perú. Un día más, donde los elevados precios de la canasta familiar, la severa sequía al sur del país, la inseguridad ciudadana o la gripe aviar quedarían postergados, pues ningún ministerio estaría en realidad abocados a su trabajo, definitivamente no las cabezas que han acompañado en posición de respaldo al actual ex presidente Pedro Castillo, durante el pulso constante entre los poderes.

Pero el ambiente, en los últimos días había llegado a una efervescencia mayor que la acostumbrada. Un evento llamó la atención más allá de los constantes enfrentamientos entre el Ejecutivo y el Legislativo y es que el ministro de defensa Daniel Barragán, quien estaba en el cargo por poco más de 2 meses de la cartera de seguridad nacional, renunció el fin de semana, según trascendidos, por presiones políticas para ejecutar un golpe de Estado.

Los congresistas de oposición, casi siempre sobre exaltados, decidieron hacer una vigilia en el Congreso de la República, pero la situación fue tratada como vagos rumores, sobre todo por parte de los ministros del gabinete que respondieron casi al unísono. Aunque nada sucedió el fin de semana, el martes hubo una bomba informativa. El ex jefe de la Dirección de Inteligencia, José Fernández la Torre, declaró a un medio de comunicación señalando directamente a Pedro Castillo en actos de corrupción. Lluvia de millones, compra de congresistas para evitar la segunda moción de vacancia -en marzo-, más pruebas y dudas.

La cita era para las 3 de la tarde y el Congreso, tras los últimos testimonios, afilaba los 87 votos necesarios para vacar a Castillo. Nada aseguraba que los podrían conseguir, después de todo, el Ejecutivo había logrado a punta de ministerios y conversaciones con algunas bancadas allegadas, bloquear los 44 votos para que no se lograra su salida. Pero todo se aceleró. La renuncia a primera hora del día, del Comandante General del Ejército, Walter Córdova, encendió las alarmas de golpe nuevamente y sin anuncio a la prensa el ahora llamado “presidente golpista” anunció el cierre del Parlamento, sin fundamento y, a todas luces, de manera muy torpe.

Los primeros en saltar del barco fueron sus propios ministros defensores. Los voceros, los escuderos que habían pedido incluso permiso al Congreso para acompañarlo a defenderse de la tercera moción de vacancia en menos de año y medio, lo dejaron solo. Le siguieron sus abogados, sus asesores y hasta el partido que lo llevó a la presidencia, Perú Libre. Solo faltaba la palabra de las Fuerzas Armadas, porque el Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, la Fiscalía de la Nación, la Contraloría y la Defensoría del Pueblo se agolparon a favor de la democracia y en contra del último mensaje a la nación de Castillo.

El documento esperado finalmente indicaba que no se acataría ningún acto contrario al orden constitucional. Pedro Castillo no tuvo más que salir de Palacio de Gobierno, con un par de bolsas, acompañado de sus últimos dos premieres y su familia nuclear, directamente a la prefectura donde quedó detenido.

En paralelo, llegaba al Congreso de la República -que nunca fue disuelto y terminó por vacarlo oficialmente con 101 votos a favor- la vicepresidenta de Pedro Castillo, Dina Boluarte Zegarra. La mujer que había tomado distancia poco a poco del presidente en la fórmula presidencial que ella conformaba, para ser la Primera Presidenta del Perú. Una mujer que tenía listo un sastre amarillo y un discurso en el bolsillo del traje para pedir una tregua sin corrupción y sin desgobierno. Cualquiera diría que uno se aburre en el Perú.

* Valerie Vásquez de Velasco es periodista de Perú.

@rollerpress

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