Por Ivabelle Arroyo
Layda Sansores quiere que se pida permiso para hablar de ella. Que la prensa se arrodille, redacte y luego espere a que le digan si puede publicar. Eso no es solo grotesco, es inconstitucional. Además es patético.
Un tribunal en Campeche confirmó que el responsable de redes del medio Tribuna deberá someterse a censura previa antes de publicar nada sobre la gobernadora. No análisis, no opinión, no contexto: nada. Ninguna publicación, tuit, encabezado o post que mencione a la señora puede ver la luz sin revisión previa.
Censura previa. Dos palabras que deberían sonar a dictadura tropical o a historia de secundaria sobre Porfirio Díaz. Pero no. Es Campeche, es 2025, y es México. Y la gobernadora no está avergonzada. Al contrario: se siente triunfante.
Qué curioso. Layda, que presume haber expuesto a medio mundo en su show de los martes, ahora exige protección porque le duele su prestigito. La campeona del escarnio público no quiere que la critiquen. La que reía al aire con grabaciones cuya legalidad es dudosa, quiere cobertura pulcra y autorizada. Que la cuiden, que no la hagan sentir mal.
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