Por Ivabelle Arroyo
Uno de los libros que más carcajadas me han arrancado, y confieso que en lugares donde me veía ridícula dando riendo suelta a mis reacciones, es La guía del autoestopista galáctico, de Douglas Adams. Lo leí hace ya varios años, pero regresé a él porque las decisiones de la jefa de gobierno me hicieron recordar la máquina súper potente, súper inteligente que computa miles de millones de datos para ofrecer una respuesta anhelada por el universo entero para ya dejar de atormentarse.
Como siempre ocurre afuera y adentro de los libros, los sabios de la novela están necios con que quieren conocer el sentido de la vida, el universo y todo lo demás, y para ello diseñan una súper computadora que tarda millones de años en procesar la pregunta (y hace ruiditos, claro) y miles de generaciones después, en la fecha fijada de antemano, la máquina entrega el resultado en una solemne ceremonia ante el nerviosismo de filósofos, políticos, psiquiatras y todos los demás. La respuesta era… 42.