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Más que partido, tenemos República

Mientras en las convocatorias previas se habían silenciado cánticos partidistas, en ésta eran bienvenidos, aunque débiles.

Más que partido, tenemos República
Jaina Pereyra

Por Jaina Pereyra
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El calor y probablemente el debate de la noche obligaron a una convocatoria mucho más temprana que las previas. Se pidió también que la concentración fuera directamente en el Zócalo, en vez de una marcha. Reforma estaba llena de playeras rosas, de gente regalando stickers y folletos para promoción del voto, de familias sobre todo de clase media, alta y baja, vestidas de blanco y rosa. 

Mi cosa favorita de las marchas que llegan al Zócalo es el comercio que surge mágicamente con motivo de esa marcha. Los comerciantes ambulantes entienden perfectamente el quid del asunto. Mientras en marchas previas vendían banderines con la leyenda “el INE no se toca”, en ésta vendían la bandera de México- conscientes de las rispideces en torno al izamiento de la del Zócalo y la propuesta de llevar la propia- Los paliacates de “defensa de la democracia” se vendían al ritmo de la porra de “el que no me compre paliacate es porque le va a Morena”. Y tal vez esa última frase fue la gran diferencia con marchas rosas anteriores. 

Mientras en las convocatorias previas se habían silenciado cánticos partidistas, en ésta eran bienvenidos, aunque débiles. Se veían banderines de partidos, del PAN y del PRD, mayoritariamente, y grupos con mercancía de campaña: paraguas, bolsas, stickers, pero realmente la mayor parte de la gente no parecía estar ahí por la emoción de una candidatura, sino por el principio de resistencia frente al gobierno de López Obrador y sus efectos en la vida democrática. 

La convocatoria era difícil de articular. No era en defensa del INE, era en defensa de las reglas de la democracia y probablemente sea el anticipo de un voto por la alianza opositora, pero la sensación era precisamente lo que después pudo articular Xóchitl en la única frase del discurso que recuerdo: más que partido, tenemos República. 

Al llegar por la calle Madero, los accesos al Zócalo estaban bloqueados. Eso convocó el enojo y los gritos de “fuera Morena”. Cuando entramos alguien mencionó “sí está la bandera”. “Sí, es la nuestra, la trajimos nosotros”, dijo un señor que no sabía que los militares  siempre sí la habían izado en la mañana. 

Los discursos me recordaron esa película de los noventa: los hombres blancos no saben saltar, pocos demócratas saben emocionar. Ninguno me pareció muy memorable, aunque el de Xóchitl parecía entender mejor al electorado que ahí estaba. A grandes rasgos dijo que no se trataba de ganar, sino del para qué. No se trataba de partidos, sino de principios. No se trataba de venganzas, sino de conquistas democráticas. La gente la interrumpió con aplausos, pero no parecía entusiasta. La alegría de otras marchas, no la vi, sino hasta que revisé en redes sociales los videos que mostraban el tamaño de la concentración. 

Otra vez fue una convocatoria con gente de todas las edades, pero sobre todo de adultos en sus treintas y para arriba. Vi varios adultos mayores con tanque de oxígeno o silla de ruedas, niños y niñas. Vi a muy pocos jóvenes. No recuerdo que haya sido así en la marcha por el INE. 

Nunca me han gustado las campañas. Nunca he trabajado con candidaturas que no apoyaría con mi voto. Me cuesta trabajo la hipérbole. Me hace entrar en conflicto generar narrativas manipuladas, no me gusta el tono del discurso político que, a falta de convicción, asume el tono salinista. No entiendo por qué entrenan a los candidatos para que hablen con las manos y la garganta, y no con el corazón y con la panza. Esa falta de “camiseta” me ha generado problemas, sobre todo con partidos que no son democráticos (luego les cuento con cuál).

Tal vez por eso la concentración de hoy me pareció incómoda. Me gustaba más ser de la sociedad civil que había tomado las calles por una causa, que por un partido. Desafortunadamente, también entiendo que esa causa hoy se dirime en una candidatura. Y creo que en ese sentido, la alianza sí entendió bien a su electorado. Gente que ve la regresión. Gente que, incluso, votó por López Obrador y que hoy ve los riesgos de la concentración del poder en una sola persona, en un partido; que teme la destrucción institucional. 

No sé si ese electorado será suficiente para frenar la regresión autoritaria. No creo que insistir en el desastre vaya a jalar más votos. Creo que es momento de mostrar estadismo. Sé que el tamaño de la concentración le dará a muchos la esperanza de que son más votantes rosas de los que parecen. Esperemos que el debate (que -al momento de escribir estas reflexiones- empieza en tres minutos) nos dé una pauta de un cierre más presidencial. Viene lo más difícil. Ojalá en dos semanas podamos celebrar.

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@jainapereyra

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.