Document
Por Jimena de Gortari

Soy docente desde hace 15 años y si lo pienso no tengo muy claro cómo llegué aquí, no era algo que pensaba haría algún día. Crecí rodeada de profesores: mis padres, mi tía y mis abuelos. Me tocó acompañarlos a sus salones y verlos impartir sus clases – no sé si entendí algo de historia política o historia de México, aunque ahora es una línea que busco que mis estudiantes analicen -, en las comidas familiares hubo y se sigue escuchando sobre la docencia: intereses, modificaciones en los cursos, las clases en línea y ahora la inteligencia artificial. Creo que la enseñanza más grande de todos ellos es la pasión que me transmitieron por la vocación, una que requiere de un enorme compromiso.

Pienso en los años y en los estudiantes con los que he compartido aula y sólo espero no haber metido mucho la pata, haberles transmitido un sentido crítico, uno que cuestione y que sepa argumentar las ideas, algo de sentido del humor y sobre todo que para decir barbaridades hay que saber fundamentarlas. He dado clases en universidad pública y privada, cursos teóricos y prácticos, en turno matutino y vespertino, en formato semestre, intensivo o diplomado, como invitada y como titular. Se acumulan horas y muchos recuerdos.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.