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Por Jimena de Gortari Ludlow

El corazón coraza de nuestro tiempo late pero a distancia. Doler se volvió un privilegio y sentir, una excepción.

Vivimos una época de humanidad selectiva: un tiempo en el que sentir parece un acto condicionado, casi un privilegio. El dolor ajeno se mide en afinidades: por idioma, por geografía, por ideología o por la cercanía emocional que nos une a las víctimas. Doler —de verdad doler— se volvió una excepción, no la regla.

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Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.