Por Jimena de Gortari Ludlow
El corazón coraza de nuestro tiempo late pero a distancia. Doler se volvió un privilegio y sentir, una excepción.
Vivimos una época de humanidad selectiva: un tiempo en el que sentir parece un acto condicionado, casi un privilegio. El dolor ajeno se mide en afinidades: por idioma, por geografía, por ideología o por la cercanía emocional que nos une a las víctimas. Doler —de verdad doler— se volvió una excepción, no la regla.
SUSCRÍBETE PARA LEER LA COLUMNA COMPLETA...