Por Jimena de Gortari Ludlow

Hablar de ruido en México es entrar a un terreno en el que casi siempre gana el prejuicio. Basta mencionar que en algunas zonas el ruido enferma para que aparezcan las frases de siempre: “las personas de los barrios populares son las más ruidosas”, “así es la vida ahí”, “si quisieran, harían menos ruido”. La reciente nota de Crónica volvió a mostrar esa mirada. Su título responsabiliza a la gente, pero el contenido demuestra algo muy distinto: las áreas con mayor rezago social son también las más ruidosas porque son las más expuestas. No hacen ruido: lo reciben, lo cargan y lo padecen.

Esa diferencia no es semántica: es política. El ruido no es una identidad ni una forma de ser. El ruido es el síntoma más audible de la desigualdad urbana.

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Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.