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Por Julieta del Río*
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Saber salva vidas. Saber también empodera. Saber incomoda al poder. 

Durante años, en los pasillos del servicio público y, más tarde, en el pleno del INAI, vi cómo una herramienta legal se convirtió en una herramienta vital: el acceso a la información. No es una exageración decir que para muchas mujeres, conocer —con datos en mano— lo que el Estado hace o deja de hacer, ha sido una vía para ejercer su derecho a vivir una vida libre de violencia, acceder a salud sexual y reproductiva, exigir justicia o encontrar a una persona desaparecida.

Por eso, entre muchas otras razones, decidí escribir el libro Luz en la sombra, editado por la Universidad de Zacatecas. No sólo para relatar una etapa profesional al frente del Instituto Nacional de Transparencia, sino para dejar un testimonio de lo que fue, de lo que construimos, y de por qué vale la pena seguir defendiendo los principios de transparencia y protección de datos personales, incluso ahora, cuando el panorama institucional ha cambiado radicalmente.

El pasado 9 de mayo, el gobierno federal publicó en el Diario Oficial de la Federación un decreto que formaliza la desaparición del INAI. Sus funciones —antes garantizadas por un órgano constitucional autónomo con especialización técnica, independencia operativa y contrapesos— serán asumidas ahora por la Secretaría de la Función Pública, a través de la nueva Secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno. Esto no significa, como algunos han afirmado, que el derecho de acceso a la información haya desaparecido; está intacto en la Constitución y en la Ley General. Pero lo que sí se ha desmantelado es el andamiaje institucional que permitía ejercerlo con garantías.

Quienes hemos trabajado durante décadas por construir esta arquitectura sabemos que no basta con que un derecho esté escrito en papel. Se necesita voluntad, procedimientos, autonomía técnica y presupuestal, y un principio rector: la ciudadanía debe poder cuestionar al poder. Sin miedo, sin trabas, sin excusas.

Luz en la sombra recoge esa experiencia. Escribí este libro con la convicción de que conocer la historia de la transparencia en México es imprescindible para defender su futuro. El libro documenta, con datos y casos, el papel que tuvo el INAI en los momentos más críticos: cuando garantizó la entrega de información sobre estancias infantiles, recursos públicos asignados a refugios para mujeres víctimas de violencia, contratos de compras públicas en plena pandemia o fideicomisos de cuerpos de seguridad. Y también recoge testimonios, decisiones colegiadas y el debate público que acompañó a estos procesos.

Como comisionada del INAI, pude constatar de primera mano que el acceso a la información cambió vidas. Vi cómo mujeres organizadas usaron la Plataforma Nacional de Transparencia para solicitar cifras sobre feminicidios y así exigir mejores políticas públicas; cómo periodistas accedieron a expedientes que revelaban redes de corrupción, y cómo personas comunes, en lo individual, obtuvieron respuestas a dudas esenciales sobre pensiones, medicamentos, subsidios o programas sociales.

Entre las páginas del libro, que está dividido en cinco capítulos y un epílogo, el lector encontrará una revisión histórica —desde la reforma de 1977 hasta los cambios legislativos recientes—, el análisis de casos emblemáticos, la exposición de los riesgos actuales, y una defensa argumentada del modelo de autonomía institucional. El prólogo, escrito por Rossana Fuentes Berain, da un contexto valioso desde la mirada de quienes también han dado la batalla por el derecho a saber desde la sociedad civil. No hay nostalgia en estas páginas. Hay memoria, análisis y una voluntad clara de que el conocimiento acumulado sirva como hoja de ruta. México sigue necesitando un sistema robusto de transparencia, con órganos garantes verdaderamente independientes, con sanciones efectivas para quienes niegan información injustificadamente, y con plataformas tecnológicas que acerquen el derecho a todos, sin importar su nivel educativo, género o condición social.

Hoy, en 2025, mientras el INAI se cierra formalmente por decreto y se transfiere su función a una dependencia del Ejecutivo, tenemos la responsabilidad de preguntarnos: ¿quién vigilará al vigilante?, ¿cómo asegurar que las solicitudes incómodas no sean ignoradas?, ¿quién resolverá los recursos cuando una institución niegue información con pretextos injustificados?

Como mujer, como servidora pública y como ciudadana, estoy convencida de que no podemos bajar la guardia. La transparencia no es una concesión del poder. Es una conquista de la ciudadanía. Y las mujeres, en particular, hemos encontrado en ella una vía de defensa, exigencia y autonomía. En tiempos de regresiones, lo que queda es resistir con argumentos, con datos y con libros como este.

Luz en la sombra no es un cierre, es una lámpara encendida; porque aun en la oscuridad institucional, hay personas dispuestas a seguir luchando para que la verdad no vuelva a esconderse bajo llave.

*Julieta del Río es ex comisionada del INAI

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@JulietDelrio

Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.


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